Fuente: Diario Gestión Como resulta intuitivo, la inversión y el crecimiento económico están estrechamente ligados. Con el aumento de la inversión, se incrementa la capacidad productiva, aumenta la demanda de empleo y crece la producción y los ingresos. También es cierto que un crecimiento más acelerado genera un clima más propicio para la inversión: se incrementa la rentabilidad del capital y se retroalimentan las expectativas positivas que llevan a más inversión. Esta proposición no es nueva. El famoso economista Paul Samuelson desarrolló y publicó un modelo teórico al respecto en 1939. Asimismo, el comportamiento de nuestra economía en lo que va del siglo demuestra la importante relación existente entre ambas variables. Durante los años de bonanza económica (2002-2013), en que crecimos al 6.1% por año, la inversión bruta fija fue incrementándose hasta alcanzar el 26.6% del PBI. Luego, tras la finalización del superciclo de los commodities y el progresivo descalabro polít...
Carlos E. Paredes PhD // Gestión