- ¡Qué tal partido el de anoche! El país entero se paralizó por unas horas y PPK había ofrecido paralizarlo un día más. La expectativa era enorme. En la cancha, no éramos once jugadores peruanos disputando el partido; en el estadio, no éramos 49,995 almas peruanas y cinco gatos neozelandeses viviendo el partido; éramos millones, sufriendo, gozando, llorando, riendo, en fin…
- Las apuestas señalaban a Perú como el favorito, por lejos. Y los resultados nos demostraron que, en efecto, clasificar a Rusia 2018 era matemáticamente posible. Más de tres décadas sin ir a un mundial y, la verdad, que al momento de escribir estas líneas, no sé si iremos, pues el partido todavía empezará a jugarse en 24 horas.
- Ir al estadio también era matemáticamente posible. Sobre todo para aquellos peruanos cuyos ingresos y ahorros les permitieron convertir esa posibilidad en realidad. Estimo que entre 10,000 y 20,000 de las 50,000 personas que asistieron al estadio anoche, lo hicieron comprando sus entradas a algún revendedor o revendedora. La mayor parte de ellos pagó entre 5 y 10 veces el precio oficial y lo hicieron felices, haciendo felices también a miles de revendedores, muchos de los cuales ni siquiera tuvieron que hacer largas colas para comprar las entradas.
- ¿Todos felices, comieron perdices? ¡No! Los ex congresistas Marco Falconí y Jaime Delgado presentaron una denuncia ante Indecopi contra la Federación Peruana de Fútbol (FPF) debido a que supuestamente esta se quedó con “más del 50% de las entradas” del partido, “afectando gravemente el derecho de los ciudadanos amantes del fútbol”. Según ellos, la FPF no fue transparente ya que debió anunciar con cuántas entradas se había quedado. En su visión, al haber reducido la oferta de entradas, el precio se habría disparado en el mercado secundario (el de reventa).
- No siempre me es fácil entender los principios de economía de estos autonombrados defensores de los consumidores. ¿Cómo así se redujo la oferta, si el estadio estaba lleno a reventar? Muchos de los que recibieron entradas de la FPF y de los auspiciadores de la selección las pusieron a la venta o, en su defecto, ya no demandaron entradas. La oferta permaneció invariable. ¿O, acaso, el problema es la reventa y los precios de las entradas?
- Para enfrentar este problema, algunos han propuesto que las entradas sean nominativas e intransferibles. Otros, más bien, sugieren que en vez de que sean los revendedores los que se beneficien con la alta valorización que tiene ver el partido en el estadio, que el beneficiario sea la propia FPF, para lo cual debería subastar las entradas. Esto mitigaría el problema de la reventa y ayudaría a financiar la mejora de nuestro alicaído fútbol nacional.
- Sin embargo, si se subastasen las entradas, estas terminarían en las manos de los aficionados más pudientes (evidentemente, algo de eso ya pasa hoy en día), las quejas serían enormes, y el tiro le saldría por la culata a la Federación. La subasta es un instrumento que sirve para lograr determinados objetivos, pero puede ir en contra de otros. Puede ser eficiente, pero sumamente inequitativa. Y el fútbol es un deporte de masas, donde la equidad y el sentido de igualdad de oportunidades resulta más importante que generar recursos adicionales de la venta de entradas.
- Para el futuro, parece razonable que parte de las entradas vayan a los sponsors (a cambio de un financiamiento importante para el fútbol), para ser distribuidas bajo reglas previamente acordadas con la Federación, y que los derechos a comprar el resto de entradas sea sorteado entre toda la población. Porque todos te amamos Perú.
Fuente: Diario Gestión A mediados de mayo, el ahora renunciante directorio de Petroperú emitió un comunicado en el que dio cuenta de la situación crítica en que había encontrado a la empresa. En él se delinearon las tres opciones existentes frente a la crisis de la empresa. Tras calificar de irresponsable e inmoral solicitar mayor financiamiento del Estado para hacer más de lo mismo (la primera de las tres opciones), solo restaban dos alternativas razonables. La primera era llevar la empresa a su liquidación ordenada; la segunda, fortalecer financieramente a la empresa a la vez que se cambiaba de manera radical su gobernanza y gestión. Para esto resultaba indispensable traer prácticas privadas de gestión empresarial a Petroperú. El directorio presidido por el Sr. Stark recomendó la última de estas opciones y trabajó para que esta se pudiese materializar, pero no encontró eco en el gobierno. Este último parece inclinarse por la opción de “más de los mismo” y, peor aún, con “más de...
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