1. Dos amigos de la
infancia se reúnen por Zoom, después de casi tres meses de permanecer
confinados en sus casas…
Juan Pablo (JP): Hola Clau, ¿qué tal la cuarentena o, mejor dicho, la noventena?
Claudia (C): Hola Juanpa. Dentro de todo, bien. El encierro me molesta,
pero estoy agradecido ya que mi familia y yo estamos sanos. ¿Tú, qué tal?
JP: ¿Yo? Hasta las patas. Necesito que esto termine ¡ya! No lo soporto. Y
el bolsillo ajustado tampoco ayuda.
C: Pucha, qué pena Juanpa. Pero, ten la seguridad que ya falta poco. Lo
importante es que tú y tu hijo están bien, sanos. Trata de enfocarte en el lado
positivo.
JP: ¡En qué lado positivo me voy a enfocar! Solo espero lo peor y siento
que no hay salida. Hay demasiado desorden y pareciera que nos mienten. Cada vez
más contagios, más muertos y más incertidumbre…
2.
Probablemente,
todos nosotros tenemos algo de Claudia y algo de Juan Pablo. Por un lado, frente
al terror de la muerte, nos sentimos agradecidos por estar vivos y, por más
crudo que suene, nos planteamos como objetivo central el sobrevivir. Pero a
muchos también nos preocupa la otra clase de supervivencia, la económica. Y
aquí no solo nos intranquiliza nuestro propio bienestar, sino también el de aquellos que nos rodean. El
desempleo masivo y una posible hambruna seguramente le quita el sueño a más de
uno.
3.
Hoy, constatamos
el enorme costo económico de haber tomado las decisiones que se tomaron (sobre
todo, la cuarentena generalizada y prolongada). Si bien es cierto que solo el
tiempo dirá si las políticas fueron acertadas, la decisión del 15 de marzo parece
haber sido la correcta. Y si no estamos convencidos, basta ver el ejemplo de
Estados Unidos, donde no se aplicó este tipo de medida, ni en la dimensión ni
en el momento adecuado, y que ahora está pagando un costo muy alto en términos de muertes que se pudieron
evitar. En ese país, 3 de cada 10,000 habitantes han muerto por Covid-19,
mientras que en el Perú, el valor de este ratio es 60% menor que el de los
gringos.
4.
Sin embargo, lo
que no resulta claro es si el tiempo que ganamos fue utilizado de manera eficiente. Pareciera que no lo suficientemente. Para
actuar con eficiencia
se necesita, entre otras cosas, que los tomadores de decisiones cuenten con información fidedigna y oportuna. Al respecto, hace poco, un
artículo del Financial Times cuestionó las cifras
oficiales de fallecidos por coronavirus en nuestro país. El Ministro Zamora reconoció
la existencia de un subregistro de datos, aunque descartó cualquier intento de ocultar
información. Estoy seguro de ello. Sin embargo, aún no se ha corregido la cifra. Es importante que este tema se aclare, que se revisen las
cifras y se responda al cuestionamiento. Así, las autoridades mostrarían, una
vez más, un actuar transparente y responsable, y los “Juan Pablos” del Perú confiarían
más en los anuncios gubernamentales.
5.
En caso tengamos
más de 10,000 muertos, como se desprendería
del referido artículo, esto implicaría que estamos peor
que los países que no cerraron sus economías en el grado que lo hicimos
nosotros. Puede ser; si fuera el caso, habría que reevaluar los trade-offs
existentes y repensar algunas decisiones. Pero lo que no debemos hacer es publicar cifras con problemas y actuar en base
a información incorrecta. Y las cifras a las que nos referimos no son solo las
de los muertos, sino a todas aquellas relevantes para la toma de decisiones,
públicas y privadas.
6.
Resulta
indispensable trabajar con información fidedigna. No hay cifra más peligrosa
que aquella que desvirtúa la realidad y nos lleva a actuar de manera equivocada.
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