1. Desde hace muchos años que la economía peruana es sinónimo de éxito macroeconómico en América Latina. Y, aunque durante muchos años nuestro crecimiento se benefició de un contexto internacional favorable (boom de commodities), el manejo de la política macroeconómica fue destacable y contribuyó a sacar a millones de peruanos de la pobreza.
2. Sin embargo, la llegada del COVID-19 dejó al desnudo y
agravó una serie de problemas estructurales. En efecto, en el último año y
medio, más de tres millones de peruanos volvieron a ser pobres, el desempleo se
duplicó y la anemia en niños entre los 6 y 35 meses aumentó, afectando al 43.5%
de ellos. Y, tal vez lo más notorio, nuestro deficiente sistema de salud
pública ocasionó que el Perú sea el país con el peor récord de muertes en
relación a su población en el mundo: cerca de 200,000 peruanos perecieron a
causa del COVID-19.
3. Enfrentar las secuelas de la pandemia requerirá no solo de
cuantiosos recursos fiscales, sino de un esfuerzo de inversión muy grande. Los
programas sociales permanentes (salud, educación y subsidios focalizados a
poblaciones vulnerables) deben fortalecerse y demandarán mayores recursos del
Estado. Para financiar esto debemos aumentar la recaudación tributaria, lo cual
se hace más viable si la economía crece, es decir, si generamos riqueza. ¿Si
no, de dónde?
4. Por su parte, para enfrentar el desempleo y subempleo de
manera sostenible se requiere crear puestos de trabajo productivo de manera
masiva. Esto solo puede lograrse dinamizando la inversión. Por definición, la
inversión es acumulación de capital; esta permite generar más riqueza y atender
las necesidades de los peruanos, especialmente los menos favorecidos (a través
de los impuestos y la generación de puestos de trabajo). Por donde se lo vea, para
ser responsables socialmente, necesitamos generar riqueza.
5. En dos semanas, se instalará un nuevo gobierno que proviene
de las canteras de la izquierda, pero que deberá resolver problemas concretos y
urgentes que carecen de cariz político. El nuevo gobierno tiene la obligación,
de atender las necesidades de los peruanos con menos recursos, “los nadies”,
los históricamente ninguneados. Para atenderlas, necesitamos no solo crecer y
generar riqueza, sino hacer que los beneficios del crecimiento lleguen a los
más pobres. Solo lo lograremos si nos dedicamos en serio a reformar el Estado,
haciéndolo funcional y poniéndolo al servicio de los ciudadanos. Para esto no
se requiere cambiar la Constitución o aprobar grandes leyes, sino gerenciar
eficientemente un Estado que hoy es claramente disfuncional. Este reto es
enorme.
6. Para crecer y poder redistribuir hay que promover la
inversión; es más, en el corto plazo, se debe destrabar los megaproyectos
mineros. Sin miedo, sin tapujos, negociando, concertando. Por su magnitud y
posibilidad de rápida ejecución son casi los únicos que podrían mover la aguja del
crecimiento económico en el corto plazo. Al respecto, se dice que el Perú es rico
en recursos naturales, pero esta riqueza es solo potencial: no se materializará
ni generará ingresos para los peruanos si se mantiene en subsuelo. En la
actualidad, los buenos precios de los minerales viabilizan la rápida ejecución
de estos megaproyectos. Es necesario aprovechar la oportunidad y poner estos
recursos en valor de manera sostenible y responsable. Generemos riqueza y
recaudemos más impuestos a fin de reducir la pobreza. ¡Es un imperativo moral!
7. Ojalá que el nuevo gobierno sea exitoso en este campo. Es
hora de olvidar la retórica de la campaña y tender puentes para reducir la
polarización: dialogar, concertar y pensar con responsabilidad en el futuro y
el bienestar de todos los peruanos.
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