Fuente: Diario Gestión
- La semana pasada, un prestigioso colega nos invitó a dar un vistazo a su bola de cristal ecopolítica. A todos nos interesaba ver qué es lo que pasaría con la economía en el 2025 e, incluso, en el 2026. Para lograr esto, era necesario analizar también el contexto político e institucional. De allí la importancia de contar con una bola de cristal ecopolítica a la mano. Desgraciadamente, y a pesar de haber bajado la luz de la sala, la bola de cristal no nos permitió ver con claridad qué es lo que se nos viene. Al final, se prendieron las luces y se ofrecieron las excusas del caso. “Mucha incertidumbre” dijeron algunos, “equilibrios precarios” dijeron otros, “bola de cristal china defectuosa” señaló un gerente gringo, mientras que un empresario impertinente dejó la sala diciendo “típico de economistas: mucho ruido y pocas nueces…”
- Relativamente frustrado con el evento, regresé a mi casa y consulté con mi propia bola de cristal. Sin embargo, antes de mostrarme lo que podría suceder en el futuro próximo, me paseó por el pasado reciente, es decir, por el año que termina, comparándolo con
- En materia macroeconómica nos fue mejor de lo que anticipábamos hace doce meses. En el 2024, la economía creció por encima del rebote estadístico previsto (estimábamos 2.5%, ahora se proyecta en 3.2%), mientras que la inflación descendió a cerca del 2.1%. Sin embargo, el equilibrio fiscal –la base de la estabilidad macroeconómica y el crecimiento sostenido– continuó debilitándose. En efecto, y a pesar de que la mejora en los términos de intercambio contribuyó a dinamizar la economía y a mejorar los ingresos tributarios, el déficit fiscal se expandió (llegando a un alarmante 4% del PBI a mediados de año). Por suerte, nuestro bajo nivel de endeudamiento lleva a que este desvío no nos pase la cuenta en el corto plazo (aunque tendrá que ser prontamente revertido para no socavar la estabilidad económica del país).
- En contraposición al relativo buen desempeño económico, la degradación institucional y la inestabilidad política continuaron afianzándose en el país. El grado de fragmentación de la oferta política llegó a extremos circenses. El consecuente mayor riesgo frenará la inversión privada y socavará nuestras posibilidades de crecimiento en el 2025 y 2026. De hecho, las autoridades ya prevén una desaceleración de la economía, pero el 3% previsto para el 2025 probablemente será una meta esquiva. En efecto, al analizar los factores económicos detrás del crecimiento del año que termina, se constata que estos no estarán presentes en el 2025 (no en la misma magnitud). Sin embargo, es previsible que los factores institucionales y políticos que limitaron nuestro desempeño económico sigan presentes y que se vuelvan más perniciosos en la medida que se acerquen las elecciones del 2026.
- En el mejor de los casos, podremos seguir creciendo al ritmo de la economía mundial, con estabilidad macro, pero con inestabilidad política. No es un desastre, pero tampoco es auspicioso. La pobreza seguirá afectando a más del 25% de los peruanos y no mejoraremos en la distribución mundial del ingreso. Se trata de un equilibrio precario y difícilmente sostenible. ¡Ojalá me equivoque!
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