Fuente: Diario Gestión
- Hoy, el gabinete ministerial se presenta en el Congreso para pedir el voto de confianza. Es muy probable que lo obtenga. Seguramente, en las últimas semanas el gabinete Arana escuchó, recogió y filtró muchas propuestas de las agrupaciones políticas de cuyo voto depende su permanencia. Probablemente, algunas de las recientes decisiones gubernamentales –muy cuestionadas– son producto de este proceso de negociación. Y aunque nos gustaría escuchar hoy una propuesta coherente de Gobierno para los doce meses que restan antes de la segunda vuelta electoral del 2026, parecería que esto es poco probable.
- El actual gabinete es producto de la frustración y exasperación causadas por el poco avance en diversos frentes del gabinete Adrianzén, del cual muchos de los actuales ministros formaron parte. En contraposición con los avances que se venían registrando en materia de crecimiento económico y las expectativas que había generado la promoción de la inversión privada desde el MEF y Proinversión –en particular el agresivo programa de APPs–, gran parte del sector público registraba un estancamiento y crecientes deficiencias en materia de gestión –patéticas en el caso de de seguridad ciudadana.
- Sin duda, hay buenas razones para estar frustrados e, incluso, poco esperanzados, pero ¿estamos condenados a vivir un año preelectoral mediocre o peor que mediocre? No necesariamente. En los doce meses que restan antes de tener un nuevo Gobierno electo se presentarán muchas oportunidades para progresar en diferentes campos. Al respecto, es bueno recordar el dicho “a las oportunidades las pintan calvas y hay que agarrarlas de los pelos…” Desde esta perspectiva, de lo que se trata es de tener un equipo de Gobierno con la visión requerida para identificar las oportunidades y el coraje suficiente para agarrarlas de los pelos y no dejarlas pasar. ¿Es este gabinete ese equipo? No sé, pero hay varias personas en él que pueden hacer la diferencia, con el ejemplo.
- Para que el Gobierno pueda ser exitoso en este difícil periodo preelectoral, es indispensable que focalice sus esfuerzos y recursos en un conjunto relativamente pequeño de objetivos y tareas. Debe concentrarse en lo importante, dejando de lado lo accesorio. En materia económica –que es la única de la que me ocupo en el presente artículo–, es necesario que el Gobierno respete las instituciones que han dado solidez y dinamismo a la economía peruana, en particular la disciplina fiscal. Debe alinear sus acciones con el fin de recuperar la confianza del sector privado –manteniendo un diálogo permanente, desregulando y viabilizando proyectos– y promover efectivamente las inversiones. No es momento de ceder frente a las demandas populistas de los políticos, a presiones mercantilistas de agrupaciones empresariales o a intereses económicos subalternos de determinados grupos de poder.
- Es indispensable fortalecer la disciplina fiscal, la piedra angular de la estabilidad macroeconómica y el progreso de las últimas décadas. Desgraciadamente, las recientes iniciativas fiscales tanto del Congreso como del Ejecutivo son muy preocupantes, ya que apuntan a la dirección equivocada. No solo se pretende relajar las reglas fiscales a corto plazo aumentando el tope de déficit fiscal de 2.2% al 2.8% del PBI para este año –lo que implica un incremento en la deuda pública de entre S/ 5,000 y S/ 6,000 millones–, sino que se socava la estabilidad fiscal a mediano y largo plazo al reducir la tasa del IGV para incrementar la tasa del Impuesto de Promoción Municipal.
- Con esta última iniciativa, se le estaría quitando un monto importante de recursos recurrentes al Gobierno nacional, para otorgarlo a Gobiernos subnacionales sin la capacidad técnica para gastar bien. No es lo que esperábamos ni necesitamos de este gabinete; ojalá que tenga la lucidez para corregir a tiempo. No promulgar la ley que modifica el IGV aprobada por el Congreso y sentarse a coordinar mejoras sustanciales en el texto constituiría una buena señal. También lo sería presentar un proyecto de ley de presupuesto para el 2026 que apunte al fortalecimiento fiscal. Esto último constituye una oportunidad en la que hay que empezar a trabajar ahora, al igual que con la gestión responsable del gasto público del 2025.
- Respecto a esto último, la situación financiera de Petroperú se ha convertido en una bomba fiscal que está pronta a explotar. Hay que desactivarla. No se le puede seguir dando cientos de millones de dólares a una empresa que no ha cumplido con reestructurarse y que ha llegado a este punto debido a una pésima y poco transparente gestión. Ahora, parece que solo quedan dos opciones razonables: o se reestructura/liquida bajo el ámbito concursal del Indecopi o se la lleva al FONAFE, al igual que el resto de empresas públicas. Ambas opciones cambiarían rápida y drásticamente la gobernanza de la petrolera fiscal y facilitarían el inicio de su reestructuración, limitando el drenaje de recursos fiscales que estamos sufriendo producto de su desgobierno.
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