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¿Y cómo pinta el 2017?

Antes de especular sobre cómo se puede presentar el 2017, es útil revisar cómo acaba el 2016. Es probable que este año el crecimiento alcance el 4%, la inflación baje al 3%, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se reduzca por debajo del 3.5% del PBI, y que, ante la desaceleración del gasto público, el déficit fiscal se mantenga por debajo del 3% del PBI. Comparado con el 2015, el balance macroeconómico del 2016 se presenta como bastante positivo: el crecimiento se aceleró, la inflación disminuyó de manera importante, y la reducción en el déficit externo y el fiscal nos indica que no se están generando desequilibrios que requieran ajustes importantes en el futuro.



El observar esta importante recuperación de la economía en un año electoral como el que acabamos de pasar no es poca cosa. El shock externo que sufrimos en el 2013-15 fue muy fuerte y, a pesar de la incertidumbre generada por el calendario político, la economía peruana muestra mejores indicadores macroeconómicos que las de sus pares latinoamericanos. En efecto, al compararnos con Chile, Colombia y México, salimos bastante bien en la foto.


¿Debemos entonces estar satisfechos con nuestro manejo macroeconómico? Es indudable que éste ha sido bastante razonable. Y aunque en los últimos años se cometieron algunos errores importantes, el balance es positivo. Sin embargo, es necesario resaltar que la evolución de la economía no solo depende de la política macroeconómica y del entorno externo; la política también tiene un efecto importante sobre la economía. El sinsabor que muchos inversionistas y empresarios sienten con respecto al gobierno anterior, no se deriva tanto de su política económica, sino de su pobre y a veces torpe manejo de la cuestión política. El manejo político generó incertidumbre y desconfianza en el mundo de los negocios y esto generó un costo en términos de menor crecimiento.
¿Pero no es que el crecimiento se había recuperado en el 2015? Sí, pero este crecimiento refleja decisiones de inversión pasadas en proyectos específicos cuyo efecto en el crecimiento tenderán a desparecer. La demanda interna se ha desacelerado significativamente y su crecimiento en el 2016 será solo de 1% o 1.2%. El crecimiento de la demanda interna –más que el del PBI– es lo que los empresarios sienten en sus ventas y los consumidores perciben en sus bolsillos, y la mayoría ha sentido la desaceleración.


¿Qué sucederá con la demanda interna en el 2017? Esta es la gran pregunta y no tanto qué es lo que hará o no hará Trump en los Estados Unidos. Lo que suceda afuera es un dato exógeno para nosotros, está fuera de nuestro control. Lo que nos debe preocupar es qué vamos a hacer para revitalizar la demanda interna. Y para esto, el manejo macroeconómico y la conducción política jugarán un rol muy importante.


El gobierno ha anunciado que bajaría la tasa del IGV, que subiría la tasa del IR nuevamente a 30% y que permitiría algunas deducciones para el cálculo de este último impuesto a las personas naturales. Además, se ha regresado a una regla fiscal que pone limita aun más el gasto. Esto llevará a que las reducciones de impuestos se traduzcan en menor gasto público y en una menor demanda interna. (Economistas: acordarse del multiplicador del presupuesto balanceado). En el actual contexto, el gobierno podría promover un shock de inversión en infraestructura, pero se ha autoimpuesto un ajuste fiscal. En efecto, por más que se mejore el proceso de inversión pública (ProInversión e invierte.pe), el techo del  gasto impone un límite  a lo que estas mejoras institucionales podrán lograr en materia de dinamizar la inversión y la demanda interna.


Por el lado fiscal no hay mucho que esperar. ¿Y por el monetario? Menos aún. Día a día vemos cómo las diferentes instituciones financieras anuncian aumentos en sus tasas pasivas. Las activas seguirán el alza y el BCR no podrá reducir su tasa de referencia sin poner en peligro la estabilidad cambiaria.


¿Qué queda entonces? ¿Destrabar? Sin duda. Hay que destrabar tanto grandes proyectos privados que se encuentran estancados, como procesos para nuevos proyectos. “¡A destrabar, a destrabar que la recuperación se va a acabar!”  


Pero seamos claros: aun destrabando mucho, el crecimiento de la demanda interna probablemente solo llegue al 2.5%, una cifra que colinda en lo políticamente incorrecto. Hoy en día destrabar no resulta suficiente. Hay que enfrentar el reto político con mucho más eficacia que la que se viene mostrando hasta el momento. La responsabilidad del Ejecutivo es gobernar de manera eficiente y para esto requiere conseguir todo el apoyo que pueda. Ya no es momento de “pechar” a los contrincantes políticos, ni avivar resentimientos. La campaña terminó hace muchos meses, es hora de gobernar y sacar al país adelante.

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