1.
Las
reacciones frente a las declaraciones de Jorge Barata ante los fiscales peruanos
sobre las “donaciones” que habría hecho la empresa Odebrecht a las campañas de
los diferentes partidos políticos me hicieron acordar al juego del “Gran
Bonetón”. Este era un juego particularmente estúpido que jugábamos de chicos
(los de mi generación y las de antes, por supuesto, pues difícilmente lo habría
hecho un millennial). En el juego,
cada uno se identificaba por el color de su bonete imaginario, y alguien
acusaba, digamos al del bonete verde, y más o menos este es el diálogo que se
desarrollaba (empezando por el acusado): – ¿Yo, señor? – Sí, señor. –¡No,
señor! – Entonces, ¿quién habrá sido? – El del bonete rojo. Ante lo cual, el
del bonete rojo contestaba: – ¿Yo, señor? – Sí, señor. –¡No, señor! – Entonces,
¿quién habrá sido? Y, así, ad eternum,
hasta que alguien se equivocaba.
2.
El juego consistía en no olvidarse de quién era quien y en
negar hasta la muerte. Había que hacerlo muy rápido y repetidamente. Creo que
es claro el porqué de la asociación de ideas... Al margen de cuántas veces lo
nieguen, creo que la mayor parte de los peruanos considera que Odebrecht sí
contribuyó a las campañas de los principales partidos políticos del país. Y
partiendo de esa hipótesis, la negación de estos no haría sino demostrarle a
esa mayoría de peruanos que los partidos políticos no son confiables.
3.
Pero la
frustración y la desconfianza no se limita a los políticos, la imagen de la
empresa privada, como institución, ha sido duramente golpeada en los últimos 15
meses. A la percepción de que importantes empresas privadas están o podrían
estar implicadas en escándalos de corrupción, se sumó el escándalo del
denominado club de la construcción (quienes habrían incurrido en una práctica
ilegal de concertación horizontal), las decisiones de Indecopi que apuntan a
que diversas empresas estarían violando las leyes que protegen la competencia y
la transparencia de la información y, ahora, que hasta CONFIEP habría recibido
su óbolo de parte de la constructora brasileña. Y lo que es más penoso en todos
estos casos es la negación: “¿Yo, señor?”
4. Así, no nos debería sorprender que haya muchos peruanos que
se cuestionen la conveniencia de continuar apostando por un sistema político
–la democracia representativa– y económico –el mercado y la libertad de empresa–
que pareciera estar tremendamente podrido. De hecho, hace mucho tiempo que un
porcentaje importante del electorado desconfía de los políticos y de la empresa
privada (refiérase a las encuestas de IPSOS sobre credibilidad institucional,
aunque le sugiero tomarse un antidepresivo antes de hacerlo).
5. Los recientes escándalos de corrupción confirman que había
muy buenas razones para desconfiar y estar alertas, pero por mucho tiempo permanecimos
pasivos. Hoy tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto y mostrar al
electorado que el mismo sistema tiene sus correctivos, que los corruptos serán
investigados y castigados, que esto se hará de manera diligente e
independiente, y que se hará cuidando no descarrilar el crecimiento económico y
el bienestar de los peruanos. Es crucial que lo hagamos. Si eludimos esta
responsabilidad, nos acercaremos a la siguiente elección general con el riesgo de
que un electorado frustrado e indignado con el sistema económico-político
vigente, opte por entregar el poder a alguna opción política radical o a
aventureros irresponsables, que podrían tirar por la borda todo lo avanzado en
las últimas décadas.
Como siempre, estupendo análisis y comparación, Guayo! Tiempos difíciles son los que nos toca vivir ahora!
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