1. A
pesar de la debilidad de nuestras instituciones políticas, en las últimas dos
semanas, los peruanos pudimos sortear una gran crisis política –tal vez la
mayor imaginable en un régimen presidencialista– con eficacia, ajustándonos a
los preceptos constitucionales y minimizando todo tipo de daños. La renuncia de
PPK fue aceptada por el congreso al día siguiente de esta haberse presentado, y
mientras en el hemiciclo se debatía la misma, el entonces primer vicepresidente
viajaba de retorno a Lima para asumir la conducción del poder ejecutivo, hasta
el 28 de julio de 2021, tal como corresponde.
2. Y
siguiendo con la secuencia de hechos, al día siguiente de que el congreso
aceptara la renuncia presidencial, el Ing. Martín Vizcarra era investido como
el nuevo presidente constitucional de la república. A diferencia de lo que
había ocurrido con su predecesor, en dicha ceremonia fue aplaudido de pie por
los representantes de casi todas las fuerzas políticas e, inmediatamente, Keiko
Fujimori felicitó al nuevo presidente, gesto que nunca tuvo con PPK. Vizcarra anunció
entonces que el nuevo gabinete ministerial quedaría conformado terminada la
Semana Santa, y cumplió: este lunes tomó juramento al Gabinete Villanueva. Y la
mayoría de los peruanos le deseamos éxito, pues nuestro bienestar depende en
mayor o menor grado de que esto sea así.
3. Claramente,
estamos jugando un nuevo partido. Esperamos que sea totalmente diferente a
aquel que terminó con la caída del gobierno anterior, marcado por un
enfrentamiento sin sentido entre el poder ejecutivo y el legislativo. Es hora
de que ambos poderes del Estado trabajen y coordinen esfuerzos por el bien del
Perú. Para que esto sea así, es necesario definir una agenda concreta de
políticas públicas sobre la cual trabajar. Proponer y consensuar una agenda
coherente en un periodo muy corto de tiempo es un reto enorme para los nuevos
ministros. Reconocer la importancia y urgencia del mismo, con la humildad requerida,
debería llevar a dialogar, a convocar a aquellos que puedan contribuir y, sobre
todo, a escuchar a la tecnocracia sectorial. Esto a fin de continuar con las
cosas buenas que se venían haciendo, y conocer las fortalezas y debilidades del
capital humano con el que se contará para gestionar el Estado. No es el momento
de pronunciar aún más la disrupción –a pesar de que pedimos a gritos que ahora
las cosas se hagan de manera diferente.
4. Es
importante que reconozcamos que la alta rotación de funcionarios del Estado nos
está pasando la cuenta. Entre julio del 2016 y abril de 2018 hemos tenido cinco
ministros de Economía y Finanzas (Segura, Thorne, Zavala, Cooper y, ahora,
Tuesta), y el mismo número de ministros de la Producción, de Energía y Minas, y
de Salud. En este corto periodo de tiempo, tuvimos cuatro ministros de
Agricultura, de Educación, y de Trabajo y Promoción Social, y mejor paro de
contar para no quedarme sin espacio... ¡La rotación de ministros ha sido extremadamente
alta! Y este, desgraciadamente, no es un fenómeno nuevo en el Perú.
5. Cabe
preguntarse cómo, a pesar de esta altísima rotación de ministros, podemos hablar
de estabilidad institucional en materia económica. Tal vez porque hace mucho
tiempo que estamos en piloto automático y, en este contexto, quién ocupe
formalmente el puesto del piloto ya no es tan importante. Ojalá que esto cambie
y que este nuevo equipo ministerial pueda proponernos una agenda coherente de
reformas y apretar el acelerador del desarrollo económico y social. Al final,
es solo cuestión de ponerse a trabajar, con humildad, sensatez y con muchas
ganas de servir al Perú.
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