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El SPP: obligación de aportar y libertad para cobrar


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  1. Desde nuestras primeras clases de pregrado, los economistas aprendemos que los mercados competitivos maximizan el bienestar social y, también, que aquellos que se alejan de la competencia generan resultados sub-óptimos y podrían requerir algún tipo de intervención gubernamental. Además, la experiencia nos enseña que la intervención estatal dirigida a corregir “fallas de mercado”, muchas veces generan “fallas de gobierno” con consecuencias aún peores que las de las fallas que buscaban eliminar. Así, aprendemos a tener cuidado con que “la lavada nos termine costando más que la camisa”…
  2. La convicción acerca de las virtudes del mercado refleja también una profunda creencia en la libertad individual y respeto a la valoración que hacen los individuos de las diferentes opciones que tienen frente a ellos. Al final, estas valoraciones se traducen en precios que guían la toma de decisiones en libertad. Sin embargo, a veces los economistas y los empresarios encuentran la forma de ir en contra de estos “dogmas de fe”, y apoyan la restricción de la libertad y la imposición mandatoria del consumo de tal o cual bien o servicio.
  3. Un ejemplo de esto es el ahorro forzoso para financiar el consumo en la época del retiro. Antes, cada uno veía la mejor forma de ahorrar para su vejez: invertir en inmuebles, en la educación de los hijos o en algún otro activo. En el pasado y aun hoy en día, estas inversiones reditúan altas tasas de rendimiento, lo cual asegura un consumo mínimo durante la vejez. Pero vinieron los intervencionistas y nos obligaron a ahorrar, primero en el sistema público y luego en el sistema privado de pensiones (SPP), basándose en la errada idea de que el peruano no ahorra. 
  4. El resultado es que hoy nos vemos obligados a canalizar parte de nuestros ahorros al SPP, donde las AFP nos cobran la comisión que consideren óptima por administrar nuestros ahorros. Es decir, no solo perdimos la libertad de elección, sino que por ley se creó un oligopolio. Peor aún, esto se dio sin el marco regulatorio adecuado para asegurar un funcionamiento transparente y eficiente de este mercado (en un inicio, se optó por sobre-regular de manera contraproducente). No sorprendentemente, el resultado es el sub-óptimo clásico de libro de texto, donde unas pocas AFP cobran comisiones muy altas y el número de afiliados es inferior al que se registraría en un mercado eficiente. 
  5. La agenda para el perfeccionamiento del SPP debería incluir la transparencia que debe tener el sistema. Al respecto, Richard Thaler –premio Nobel de Economía en 2017– señala que parte del problema con los fondos de pensiones es que solo un economista sofisticado puede tomar una decisión informada. La transparencia, calidad y accesibilidad de la información, son requisitos indispensables para que la toma de decisiones de los afiliados respecto de su vejez sea hecha a consciencia. 
  6. También hay que ser transparentes respecto a las comisiones. Es importante conocer lo que realmente pagamos y qué servicios son los que recibimos. Por ejemplo, en el caso chileno, los fondos extranjeros en los cuales invertían las AFP chilenas cobraban una comisión de administración que fue cargada a sus aportantes. Cuando el doble cargo (el de la AFP y el del fondo extranjero) salió a la luz, hubo muchas caras largas y, también, algunos cara duras. En el caso peruano, casi un 45% de las inversiones del SPP se hace en el exterior y un 95% de estas se canalizan a fondos que cobran una comisión de administración. ¿Quién paga esta comisión? ¿Sale de la comisión que ya le pagamos a las AFP o nos pasan nuevamente la factura?


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