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¡Wow, las elecciones!

                                                                                 Fuente de Imagen: América TV-IPSOS


1.    Los procesos electorales usualmente nos sirven como un cable a tierra que nos pone en contacto con la realidad del país y nos permite tomar distancia del escenario constreñido de nuestros círculos habituales de referencia. Sin embargo, los resultados de este domingo fueron realmente inesperados. La dispersión registrada del voto no tiene precedentes: al 86% del conteo oficial, ningún partido si quiera alcanzó el 11% de los votos válidos, mientras que partidos como el FREPAP, Podemos Perú y Unión por el Perú –que hace un mes no parecían poder alcanzar la valla electoral– acumularían un tercio de los curules en el Congreso. ¿Es esto un acto de protesta? ¿Un voto contra el establishment?
2.    Lo que este alto grado de dispersión muestra es que, en el mercado electoral peruano actual, no hay un partido político que ostente poder de mercado y, por lo tanto, no podrá abusar de una posición de dominio. Esto contrasta fuertemente con lo que vivimos producto de las elecciones del 2016. Sin duda, constituye un movimiento pendular. Y aunque la ausencia de poder de mercado puede corresponder al sueño dorado de un organismo supervisor de la competencia, en este caso, cabe preguntarse en base a qué compitieron los partidos que se presentaron a las elecciones.
3.    Si hay algo que tienen en común muchos de los ganadores y de los perdedores de estas elecciones, es que ninguno fue elegido en base a propuestas programáticas concretas. Las fuerzas políticas que accedieron al poder en los últimos 20 años –como el APRA, Contigo, Fuerza Popular, Partido Nacionalista, Perú Posible y Solidaridad Nacional– o no se presentaron, o resultaron ser los grandes perdedores de esta contienda. El mapa político parece haberse redibujado totalmente y, desgraciadamente, no sabemos qué representa el nuevo dibujo ni qué se puede esperar en materia legislativa para los siguientes 18 meses. Lo que sí es claro es que la oferta tradicional de partidos políticos no resultó atractiva para la mayoría de los votantes.
4.    Sin duda, todo lo anterior genera incertidumbre respecto a lo que puede suceder en las siguientes elecciones. Estamos a menos de quince meses de las elecciones presidenciales y muchos de los partidos políticos tradicionales parecen estar más débiles que nunca. Las propuestas que sostienen algunos de los elegidos van desde la liberación de Antauro Humala hasta la vacancia del Presidente Vizcarra, y pasan por la reinstauración de la pena de muerte, el obstruccionismo democrático, reformas políticas que requieren de cambios constitucionales, nuevos impuestos, entre muchas otras declaraciones. Probablemente (y felizmente), muchas de estas propuestas no progresarán en este contexto de fragmentación parlamentaria.
5.  Construir los consensos necesarios para tener una agenda legislativa productiva va a constituir un gran reto. Los nuevos representantes tienen poco tiempo por delante y, la mayor parte de ellos, poca experiencia en esta materia. Por este motivo, resulta razonable focalizarse en temas centrales para el país, algunos de los cuales ya fueron propuestos por el Jurado Nacional de Elecciones en los debates organizados en las últimas semanas: reforma política electoral al 2021, fortalecimiento del sistema de justicia y lucha anticorrupción, y el cierre de brechas al 2021.
6.    El Ejecutivo tiene la oportunidad de trabajar sin mayor confrontación. Aunque las grandes reformas económicas probablemente tengan que esperar, es probable que haya espacio para focalizarse y mejorar la gestión de las políticas públicas. En aras de llegar en mejor pie al Bicentenario, esperamos que este Congreso inesperado nos siga sorprendiendo, pero con el trabajo en equipo que el país necesita.

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