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Hora cero: política económica antiviral

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1.    Hace 11 días, el Presidente Martín Vizcarra instauró el estado de emergencia en el país para hacer frente al COVID-19, anteponiendo la salud de los peruanos a la salud de la economía. Sin duda, hay que felicitar al presidente por la mano firme y el gran liderazgo que ha asumido frente a esta descomunal crisis. La población necesita tener la tranquilidad de que se están tomando las medidas correctas para asegurar la salud y el bienestar de los peruanos. Sin embargo, debemos ser conscientes que nadie conoce con certeza cuál es la manera correcta de enfrentar la pandemia y, es probable que las políticas tengan que adaptarse a un entorno incierto y rápidamente cambiante.
2.   Hasta el momento, pareciera existir un consenso alrededor de que las políticas adoptadas por el gobierno han sido adecuadas. Las cifras de infectados, hospitalizados y difuntos son relativamente bajas; y muchos esperamos que las políticas adoptadas eviten que estos números se disparen exponencial y rápidamente, como ha sucedido en otras partes del mundo. Sin embargo, esto es solo una esperanza, pues no tenemos suficiente conocimiento e información como para darle sustento.
3.    Claramente, las políticas públicas que se formulen para enfrentar esta crisis deben tomar en cuenta las características particulares de nuestra economía y de nuestra sociedad. Haciendo uso de la terminología del economista Arthur Lewis (premio Nobel 1979), el Perú tiene carácter dual: por un lado, un sector moderno (formal, relativamente próspero y con ahorros); por otro, un sector tradicional (informal, con ingresos bajos, escaso o nulo acceso al mercado de capitales, que consume en función a la liquidez que obtiene con su trabajo diario).
4.    Se trata de dos sectores muy diferentes, con lógicas y comportamientos distintos, pero que están estrechamente interrelacionados. Las medidas dictadas por el gobierno no se acatan con la misma rigurosidad en ambos sectores, lo cual puede restar su efectividad agregada. Pronto tendremos información para evaluar si este temor es fundado o no. De serlo, en relativamente corto tiempo enfrentaremos una inevitable expansión del virus y se nos acabará el tiempo ganado con la cuarentena.
5.   En otras partes, el tipo de medidas anunciadas por nuestro gobierno buscaron aplanar las curvas de contagio para prevenir el colapso de sus sistemas de salud; en nuestro caso, la precariedad inicial del mismo probablemente lleve a que éste igual colapse rápidamente. Aquí, parte importante del beneficio de las medidas es que éstas han permitido ganar tiempo para equipar y abastecer nuestro sistema de salud, sumar esfuerzos privados –los anuncios solidarios del sector privado son notables– y, simultáneamente, dictar y ejecutar medidas económicas y sociales complementarias, indispensables para sostener el esfuerzo en esta economía dual.
6.   En el corto plazo, la fortaleza fiscal del Perú permite que el Estado sea bastante más proactivo de lo que viene siendo. No se trata necesariamente de diseñar e implementar nuevos programas, cuya ejecución temprana es difícil de lograr. Más bien, resulta razonable apoyar al sector productivo y mitigar el riesgo de un rompimiento en la cadena de pagos; es momento que el Estado se convierta en un “prestamista de primera instancia” al otorgar facilidades tributarias para todas las empresas, no solo las pequeñas. No hay que discriminar contra el sector formal, más bien hay que apuntalarlo. No tengamos miedo a que el déficit fiscal se incremente de manera significativa, esto va a ocurrir de todas maneras. La pregunta es si reflejará una política fiscal proactiva o, alternativamente, la mayor recesión de los últimos 30 años.

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