1. La “normativitis” es una enfermedad endémica en el Perú. Y aunque la erradicación
de la misma no es ni podría ser una prioridad del Minsa (como sí lo debería ser
el dengue o el COVID-19), su análisis y mitigación sí debería ocupar un puesto
preponderante en la agenda del próximo congreso. Pero antes de seguir,
aclaremos ¿qué es la normativitis? Es la creencia, ilusa y equivocada de que,
para resolver un problema, se requiere de una nueva norma. Y el gran inconveniente
es que las nuevas normas, en vez de corregir los problemas existentes, muchas
veces generan dificultades adicionales: trabas y sobrecostos que justamente nos
alejan de los resultados buscados.
2. Los 130 congresistas recientemente elegidos llegan al
palacio legislativo seguramente con el sueño de hacer mucho por el Perú y,
probablemente, convencidos de que para concretar este sueño necesitan promover
y aprobar nuevas normas. Si no fuera así, ¿para qué postularon al congreso?
¿para parlamentar y cobrar un sueldo? ¿o es que soñaban con formar parte de
comisiones investigadoras del congreso? Sin duda, hay una serie de leyes que
podrían aprobarse este año para ayudarnos a funcionar mejor como sociedad, pero
el punto es que no son muchas. Los esfuerzos legislativos deben focalizarse en
unos pocos temas trascendentes.
3. Definitivamente, esto no será tarea fácil pues la
normativitis está enraizada en nuestra sociedad. Por ejemplo, muchos peruanos
piensan que el gobierno de PPK no fue más efectivo debido a la falta de apoyo
del legislativo. Sin embargo, esto no es necesariamente cierto. Si bien la
confrontación entre ambos poderes del Estado rayó en lo demencial y terminó
siendo autodestructiva, el gobierno de PPK pudo haber avanzado mucho más, aun
sin el apoyo del congreso. Creo no equivocarme en afirmar que el problema del Perú
no es tanto la falta de mejores leyes, sino la ausencia de una gestión pública
con estándares mínimos de calidad.
4. Por otro lado, está la tentación de las comisiones investigadoras.
Hoy, cuando en nuestro país prevalece la presunción de culpabilidad, donde el
circo mediático está fuera de control y la irracionalidad de las masas clama
por más sangre, es probable que los nuevos legisladores sucumban ante el sueño
de la comisión investigadora propia. Si bien la función investigadora del
congreso es vital para el funcionamiento de la democracia y puede contribuir a
la lucha contra la corrupción, su mal uso y, peor aún, su abuso, termina siendo
contraproducente, constituyéndose en una importante fuente de ineficiencia
sistémica.
5. Ante esta realidad, me atrevo a sugerir tres ideas para
nuestros flamantes parlamentarios: (i) hagan un uso eficiente del poco tiempo
que tienen, establezcan prioridades (mientras menos, mejor) y concéntrense en
ellas; (ii) si por algún motivo necesitan aprobar nuevas normas, concéntrense
en proponer leyes que deroguen regulaciones existentes que destruyen valor a
los peruanos; y (iii) si tienen que formar nuevas comisiones investigadoras,
empiecen investigando la efectividad de las comisiones investigadoras de los
últimos 10 o 20 años; cuánto nos han costado y cuánto han redituado.
6. El reto del nuevo congreso es enorme: aprobar algunas
pocas leyes que contribuyan a fortalecer nuestro sistema político y judicial, y
hacerlo en muy poco tiempo; combatir la normativitis derogando una enorme
cantidad de regulaciones insensatas; y, hacer frente a la “investigavitis”, analizando
la efectividad real de esta actividad en el pasado. Si todo esto, viene
acompañado de poco circo y mucho trabajo, pasarán a la historia como el mejor
congreso de la república.
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