1. Uno de los importantes efectos de la crisis financiera
del 2008-09 fue la revaloración de políticas keynesianas –orientadas a manejar
el gasto agregado– cuando todo lo demás falla. En efecto, tras cerca de tres
décadas de haber estado fuera de moda, aquella crisis revivió el enfoque del
lado de la demanda y el rol del Estado en la estabilización de la economía. La
famosa frase "todos somos keynesianos ahora", popularizada en la
década de los sesenta, volvió a ser relevante.
2. Las políticas que marcaron el “resurgimiento keynesiano"
incluyeron importantes estímulos fiscales y monetarios en las economías
desarrolladas. En Estados Unidos, con una oportuna y masiva intervención del
Estado, se evitó una crisis económica mayúscula, que algunos anticipaban podría
ser similar a la Gran Depresión. Aunque pueda parecer paradójico, esta fuerte intervención
tuvo un costo fiscal menor que el de intervenciones aparentemente menores
frente a crisis anteriores. ¿Por qué? Justamente porque fue exitosa y el
gobierno pudo recuperar gran parte de lo invertido en el rescate financiero.
3. Con la llegada de la pandemia a nivel global, parece ser
que no queda más que aplicar nuevamente medidas keynesianas. El Perú entró a esta
crisis tras un quinquenio de desaceleración del crecimiento (3.2% anual, en el periodo
2015-19), el cual había caído a su nivel más bajo de los últimos quince años
–con la excepción del 2009– en el año 2019 (2.2%). Sin embargo, la
responsabilidad con la que se había manejado la política fiscal y monetaria nos
dio la fortaleza macroeconómica para ahora poder actuar con energía frente a la
crisis.
4. Hasta el momento, las respuestas monetaria y fiscal a la
crisis apuntan en la dirección correcta. Sin embargo, existe aún espacio para
ser más proactivo, sobre todo en el lado fiscal. En lo monetario, el BCR
reaccionó mucho más rápido y de forma más contundente que en la crisis del 2008-09.
Se ha dotado de liquidez al sistema financiero de manera oportuna, aunque aún
persisten problemas, como el del sector de las microfinanzas (que no es un
problema del BCR, propiamente dicho). Por otra parte, según el MEF, al 27 de
abril, se habían implementado medidas por más de S/ 67,000 millones (8.8% del
PBI) para hacer frente a la crisis. Sin embargo, muchas de estas no implican
incremento del gasto público. Según el mismo MEF, las acciones que implican un
mayor gasto solo representan S/ 9,232 millones (1.2% del PBI). Muchas de las
medidas implementadas –como el retiro extraordinario de las AFP, la liberación
de la CTS, el programa Reactiva Perú– son acertadas, pero no afectarán el
balance fiscal en el 2020-22, por lo que habría más espacio para continuar
tratando de rescatar la economía. Además, es importante tomar en cuenta la
inevitable desaceleración que ha sufrido el gasto público, producto de la
pandemia, por lo cual el actual impulso fiscal puede ser aún menor.
5. La reactivación económica y su eventual costo fiscal dependerán
de cuán ambicioso sea y cuán bien se ejecute el gasto público. Resulta
indispensable seguir implementando programas de gasto corriente no recurrente (como
los bonos a la población vulnerable) y reactivar la inversión pública. Esto
último es más difícil de hacer y tomará más tiempo. Por el lado del gasto
privado, es necesario fortalecer la confianza de los consumidores y de las
empresas con mensajes claros en el sentido que tenemos espacio para sostener un
impulso fiscal fuerte y responsable. El déficit fiscal será grande, pero para
eso están los ahorros y la capacidad de endeudamiento. Si no es ahora, ¿cuándo?
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