1. Como si la
crisis sanitaria y económica que venimos sufriendo no fuese suficiente, el
expresidente Vizcarra y la mayoría de los congresistas no escatimaron
esfuerzos en extender la crisis a la esfera política. Así, en vez de
prepararnos y tomar medidas concretas para enfrentar una posible segunda
ola del COVID-19, viabilizar la vacunación masiva de la población y reactivar
la economía, estuvimos medio paralizados, dedicados a seguir los estragos
de la pandemia política.
2. En solo tres semanas tuvimos tres gobiernos y más
de 50 ministros. ¡De terror.com! El descalabro empezó con la vacancia del
presidente Vizcarra por parte del Congreso que hizo uso (y abuso) del artículo
113° de la Constitución. La población, sobre todo
la juventud, no se calló. Las marchas multitudinarias, y la represión que
terminó en la pérdida de la vida de dos jóvenes y más de 100 heridos, desembocaron
en la caída del gobierno de Manuel Merino, el más corto de nuestra historia
republicana.
3. El sábado
14 en la noche, en medio de la vorágine política, de negociaciones apuradas
entre agrupaciones políticas fragmentadas y disímiles, los peruanos nos
preparábamos para ver cómo el Congreso elegiría a la primera mujer que
ejercería la presidencia del país, una política de izquierda, quien se
autodefine como marxista y feminista (una “marxista frido kahliana”). Ante este posible desenlace seguramente muchos se
preguntaron: Y ahora, ¿quién podrá defenderme?
Para ellos, el Chapulín Colorado se materializó en la bancada del FREPAP: los
pescaditos corrieron en su auxilio y, con su voto en contra, la lista única
postulante a la mesa directiva no logró la mayoría requerida.
4. Poco a poco, el caos del sábado fue amainando y, pese a los vaivenes y
el ruido político del domingo, al final se optó por un candidato ubicado más al
centro del espectro político: Francisco Sagasti, profesional y académico
respetado, quien desde hace muchas décadas lidera y promueve investigaciones
sobre políticas públicas y el futuro del país. A Francisco lo conozco hace 40
años: en 1980, fui su alumno en la Universidad del Pacífico, en diciembre de
ese año se convirtió en mi primer jefe y, poco a poco, en un gran amigo. Es una
persona íntegra, humanista preparado como pocos, conciliador por naturaleza y
con un optimismo que contagia. A sus 76 años refresca nuestra atmósfera social
y puede contribuir a mejorar nuestra alicaída política.
5. Su discurso en el Congreso, tras asumir las funciones de Presidente de
la República fue sencillamente extraordinario: trajo paz y sembró esperanza en
muchos. Así, rápidamente pasamos de la pandemia política a la “Primavera Sagastiana”.
¿Cuánto tiempo durará esta nueva estación? Ojalá que, por lo menos, hasta el
verano austral, aunque sería maravilloso que se prolongue hasta bien entrado el
verano boreal, es decir, hasta el final de este periodo presidencial. No será fácil, pues muchos de los problemas que enfrentamos
no son de rápida solución y las expectativas de la población pueden ser poco
realistas.
6. Sagasti
debe gobernar en tiempos turbulentos, una agenda mínima incluye: (i) garantizar
elecciones limpias; (ii) lograr avances en materia sanitaria, promover un
comportamiento social más responsable a fin de protegernos del enorme peligro
de una segunda ola de contagios; (iii) fomentar una reactivación duradera, a
través de la promoción de importantes proyectos de inversión pública y privada,
destrabando efectivamente lo que ya está en la puerta del horno; y, finalmente,
(iv) dejar una agenda coherente y sustentada de políticas públicas para el
siguiente gobierno, que nos acerque del ‘Perú posible’ al ‘Perú deseado’.
¡Éxitos, Dr. Sagasti!
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