1. El
conocido poema de Vallejo recitado por Francisco Sagasti en el hemiciclo del
Congreso la tarde de su investidura como Presidente de la República, fue
recientemente usado como audio de fondo en un dramático video, en blanco y
negro, enviado por un grupo de restauranteros al mandatario. Tras escuchar al
presidente recitar “Comprendiendo / que él sabe que le quiero / que
le odio con afecto y me es, en suma, indiferente... // le hago una seña / viene
/ y le doy un abrazo, emocionado. / ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...”, el video
termina con las puertas de varios locales cerrándose y un dramático pedido de
ayuda: “¡Señor presidente, los restaurantes son nuestros hijos y están muriendo!
¡¡¡HAGA ALGO POR FAVOR!!!”
2. Sin duda, este
es un video muy bien logrado: transmite con crudeza el sufrimiento y la
desesperación, utiliza la poesía de Vallejo para llegar a un gobernante
ilustrado, culto y profundamente humano. Seguramente le tocó el corazón y –tal
vez– le hizo derramar una lágrima; probablemente, se miró hacia adentro,
reconsideró, revisó la información, volvió a analizar opciones y concluyó que
no es el momento de levantar la cuarentena o relajarla aún más. Con valentía
siguió adelante, trabajando en la soledad del poder, tomando decisiones difíciles,
con valentía, con honor, sabiendo que no tiene toda la información que necesita
ni las personas que requiere a su lado para lograr los mejores resultados
posibles. Pero siguió.
3. No me
imagino la enorme decepción que debe haber sufrido, la indignación que lo debe
haber embargado, al saberse traicionado por algunos de sus más cercanos
colaboradores, entre ellos, dos ministras de Estado. El golpe que muchos experimentamos
los primeros días de esta semana, cuando se hizo público el desvío de las pocas
vacunas disponibles en el país a unas cuantas personas que abusaron de su
posición de poder para inmunizarse ellas, en vez de proteger a nuestros
trabajadores de la salud, fue muy grande.
4. Lo que
esta gente hizo fue darnos un golpe de aquellos de
los que habla Vallejo en Los Heraldos Negros: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! // Golpes como del odio
de Dios… // Son pocos; pero
son… Abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte… // Y
el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como / cuando por sobre el hombro
nos llama una palmada; / vuelve los ojos locos, y todo lo vivido / se empoza,
como charco de culpa, en la mirada. / Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo
no sé!”
5. Conversé mucho en
estos días, con gente golpeada, apesadumbrada, indignada, preocupada. Y si en
estas circunstancias leemos mucho a Vallejo, probablemente recorramos con él el
camino de la belleza, pero también el del dolor y la tristeza. Sí, hay golpes
duros, eso lo sabemos. Sin embargo, también es cierto que una mirada balanceada
a nuestra heterogénea realidad nos mostrará que la mayor parte de los peruanos
somos gente buena, ciudadanos solidarios, que cuidamos de nuestras familias y
amigos de manera honesta. Muchos peruanos son héroes de verdad, silenciosos. Mirémoslos
con orgullo, busquemos fuerza en su ejemplo. Los muchos que murieron ayudando a
otros peruanos en esta pandemia iluminan nuestro camino. Honrémoslos tratando
de seguir su ejemplo.
6. No es momento de
pensar solo en nosotros; hay que pensar en el conjunto, en el futuro. Hoy más
que nunca deberíamos ser conscientes de la interdependencia que nos condiciona y
de que el bienestar individual depende del bienestar grupal. No hay vacuna
contra la estupidez egoísta o cobarde, pero sí hay gratificación –y muy grande–
en el actuar con corrección.
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