1. El último proceso electoral en nuestro país me trae a la
mente el mito de Escila y Caribdis narrado en la Odisea de Homero: enfrentarse
a dos monstruos marinos situados en las orillas opuestas de un estrecho canal. En
la Odisea, los navegantes tratan de evitar las fauces de Escila con el riesgo
de caer en el remolino, Caribdis, que se forma al otro lado del estrecho. Pero
el peligro es ineludible, si no sucumben en las garras de Escila, lo hacen en
las olas de Caribdis.
2. En el caso de Ulises, la diosa Circe le aconsejó pasar
junto a Escila, ya que era preferible perder a unos pocos hombres que a todos
en el remolino. El 6 de junio, la mayoría de electores nos enfrentamos a dos monstruos
por los que tres de cada cuatro de nosotros no había optado en la primera
vuelta. ¿A qué lado del estrecho debía uno inclinarse? ¿Debíamos votar por una
opción y perder otros cinco años o hacerlo por la otra y posiblemente perderlo
todo?
3. Sea cual fuera la decisión, votar por el mal menor (o “el
menos peor”) se ha vuelto la norma para el elector peruano. Conversando con
electores que votaron por uno u otro candidato, escuché increíbles
racionalizaciones de su voto: “yo no voté por Keiko, voté contra el comunismo,
por eso marqué el aspa en la ‘K’ y no en la foto de la candidata”. Por el otro
lado: “yo no voté por Perú Libre ni por las propuestas de ese partido, voté
contra el fujimorismo, por eso marqué el aspa en la foto de Castillo y no en el
lápiz de Cerrón”. Otros simplemente prefirieron no votar o viciaron su voto.
Diferentes formas de racionalizar una decisión difícil y no deseada, pero de
consecuencias importantes para el Perú.
4. A pesar de las disquisiciones psicoanalíticas de muchos
electores, lo cierto es que: (i) el proceso electoral no ha terminado, la
diferencia de votos es muy pequeña y ambos candidatos están usando todas las
armas a su alcance para resultar elegidos; (ii) el ambiente político está muy
crispado, los fake news y la desinformación
no hacen sino incrementar este problema; y (iii) el resultado final va a
depender sobre todo del criterio del Jurado Nacional de Elecciones de cómo
tratar las actas cuya nulidad se ha solicitado. Existen argumentos legales que
avalarían decisiones en ambos sentidos, por lo que el grupo perdedor
probablemente sienta que su derecho ha sido vulnerado arbitrariamente. Salga
pato o gallareta, se vienen tiempos de turbulencia política y social, lo que
aumentará la incertidumbre y se reflejará en el bolsillo de todos los peruanos.
5. Lo que le debe quedar claro al que resulte ganador o
ganadora es que él o ella no representa la voluntad de la mayoría de los
peruanos. Un altísimo porcentaje de la ciudadanía no los quiere, por eso
estamos tan frustrados. Muchos de sus votos no reflejan un respaldo a su
programa de gobierno, sino un rechazo al contrincante y a lo que este o esta
representa. Si el elegido o elegida no es capaz de entender esto, difícilmente
podrá gobernar un país fragmentado y, ahora sí, polarizado.
6. Para evitar que la conflictividad política y social post
electoral se extienda al siguiente gobierno, con el enorme costo que eso
tendría para los peruanos, el ganador o la ganadora tendrá que ser humilde,
reconocer la precariedad de su triunfo y la percepción de ilegitimidad que
prevalecerá en un amplio sector de la ciudadanía. Para legitimarse y poder
gobernar, será necesario que el nuevo gobernante tienda puentes a otras fuerzas
políticas y se dedique a resolver los problemas de la población, en vez de seguir
polarizando al país y tratar de imponer una agenda por la que no votó la
mayoría de los peruanos. Esperemos que así sea.
Excelente analisis, esperemos que, tal como mencionas en este y ultimos articulos, las cosas terminen de la mejor manera para la economia del pais. Por otro lado Carlos, me gustaria saber donde obtener el libro "Pero, ¿de verdad todo es un desastre?", ya que he tratado de buscarlo pero no logro dar con el en ninguna libreria.
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