1. El pasado 28 de julio, el Perú cumplió sus primeros 200
años de vida republicana. Tras los primeros meses, tormentosos meses, del
gobierno de Pedro Castillo, ahora el año del Bicentenario llega a su conclusión.
¡Menudo Bicentenario el que nos tocó
vivir! El Covid 19 nos hizo ver y sufrir muchas de nuestras debilidades
institucionales. Nos obligó a constatar la fragmentación de nuestra sociedad,
las serias limitaciones de nuestro sistema político, la ausencia de propuestas de políticas
públicas coherentes y consensuadas, así como la creciente polarización de los
peruanos.
2. Sin duda, terminamos el 2021 con más interrogantes, frustraciones
y preocupaciones de las que la mayor parte de nosotros esperaba tener a
comienzos de año, cuando el inicio de la vacunación a escala global generó
esperanza y renovó la confianza en el progreso. Desgraciadamente, la percepción
de que el Perú ha perdido nuevamente la brújula va creciendo día a día, dentro
y fuera del país. El gobierno no ayuda: sus continuos desaciertos no dejan de
sorprender e incrementan innecesariamente la incertidumbre. La oposición
tampoco contribuye: carece de líderes aglutinadores y propuestas incluyentes y
coherentes que generen ilusión y esperanza.
3. El creciente número de errores del actual gobierno
–lamentables e, incluso, surrealistas– lleva a que muchos piensen que este no
durará mucho. Parecen creer en que “no hay mal que dure 5 años, ni cuerpo que
lo aguante”, aunque el dicho hable de 100 años y la evidencia en la región muestre
que nuestros cuerpos son más bien maleables y aguantadores.
4. Tal vez esta creencia explique por qué algunos políticos
buscaron propiciar la vacancia presidencial. Los resultados de la semana pasada
demostraron que se trataba de un despropósito más. No solo las condiciones
legales y políticas requeridas para la vacancia todavía no estaban dadas, sino
que la respuesta a las preguntas ¿vacar para qué? y ¿cuáles serían las
consecuencias de la vacancia? no era en absoluto claras. Pienso en el ajedrez y
en las jugadas en que se sacrifica una pieza importante para propiciar una
posición que asegurará el jaque mate. Me parece que aquí se querían tumbar al
alfil, sin darse cuenta de que lo arriesgaban todo y, al final, perderían el
juego.
5. La miopía o el cortoplacismo no son condiciones que
contribuyan a la estabilidad y el progreso; todo lo contrario. Si queremos
contribuir a que este nuevo siglo de vida republicana que hemos empezado a
recorrer sea uno de progreso sostenido para la mayoría de peruanos, necesitamos
pensar y actuar en términos estratégicos. Necesitamos tener un campo de visión
que vaya más allá de nuestras propias narices e intereses. Para lograr esto,
también debemos mirar hacia atrás, revisar la historia, entender a los peruanos
que piensan diferente a nosotros, que votan por opciones diferentes a la
nuestra, y comprender por qué lo hacen.
6. Al concluir el año del Bicentenario, debemos reflexionar
sobre los cambios que requerimos para convertirnos en una república próspera de
verdad. Una república donde la mayoría de peruanos pueda acceder a puestos
dignos de trabajo y a servicios públicos básicos de calidad. Estas dos
condiciones son las requeridas para tener oportunidades reales de progreso y
paz social. Lo que los peruanos necesitamos, entonces, es un Estado que cumpla
con proveer estos servicios básicos y promueva la generación de riqueza. Al
respecto, no debemos perder la oportunidad que nos brinda la economía
internacional en la actualidad. Al gobierno y a la oposición, no queda más que
decirles: ¡pónganse a trabajar, asesórense bien y déjense de necedades!
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