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Crisis, resilencia e indolencia

 Fuente: Diario Gestión

1.    El Perú está inmerso en una crisis política desde hace mucho tiempo, tanto que parece no tener fin. Ya no sabemos si el término ‘crisis’ es el adecuado; usualmente este se refiere a una situación temporal en que muchos factores o síntomas se agravan y determinan un cambio brusco. Así, por su naturaleza, las crisis tienen un final relativamente cercano, pero la nuestra parece no tenerlo. De hecho, en diferentes momentos en los últimos años, cuando ilusamente creíamos que las cosas no se podían poner peor, sucedió algo que nos demostró que estábamos equivocados: las cosas se pusieron peor…

2.  Aquellos que creen que la crisis política en la que estamos inmersos se explica por los múltiples e, inclusive, vergonzosos errores del actual gobierno han perdido de vista el proceso político del Perú. El gobierno de Castillo es solo un ‘algo peor’ dentro de una secuencia de ‘algo peores’ (con la notable excepción del gobierno de transición de Francisco Sagasti). Aunque, el ‘actual peor’ parece ser mucho peor que los ‘peores’ anteriores a los que nos estábamos acostumbrando en este progresivo declive de la política peruana. Sin duda, la debilidad institucional, la ausencia de valores y el que muchos peruanos preparados miren con asco o desinterés a la política tiene mucho que ver con este estado de situación.

3.    ¿Y cómo está el país? Aunque podría estar mejor, claramente no está tan mal como el gobierno nacional, ni como algunas otras instituciones políticas u organismos públicos. Aunque es verdad que si el gobierno de Castillo sigue actuando como lo ha venido haciendo –casi sin control, a excepción de los límites impuestos producto de sus propios errores–, el deterioro será muy grande. Imagínense la salud de la mayoría de peruanos en las manos de un supuesto profesional que promueve y lucra con el consumo de agua arracimada, o lo que sucederá con la corrupción si desde el propio Ejecutivo se protege a los corruptos y se guarda silencio respecto a sus actos. ¡Dónde vamos a terminar!

4.    Pero, por ahora, el deterioro del país y de la economía es limitado. Probablemente, esto refleja el hecho que no ha pasado suficiente tiempo aún para que los efectos de la actual gestión gubernamental y el contagio de las malas prácticas socaven la calidad de vida de la mayoría de los peruanos. Creo que otro factor explicativo es la resiliencia del Perú y de su economía. El diccionario de la RAE define resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos” y también como la “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.

5.    Si revisamos la evolución de nuestra economía en los últimos 25 años, podemos concluir que esta es bastante resiliente. En el último cuarto de siglo hemos enfrentado un sinnúmero de shocks –shocks de la naturaleza, crisis financieras internacionales, políticos irresponsables, corruptos haciendo de las suyas, la pandemia del COVID-19– y aquí estamos: con una solidez macroeconómica envidiable y unas posibilidades de crecimiento que son difíciles de creer.

6.   Sin duda, somos resilientes, pero no invulnerables y tampoco indolentes. El gobierno, con su falta de pericia y transparencia, está socavando el bienestar de los peruanos. Este año lo comprobaremos con la desaceleración de la inversión y del crecimiento económico, con la menor generación de puestos de trabajo, y con el creciente repudio a la incapacidad, el cinismo, la corrupción y la injusticia.

7.    Ya es hora de dejar de lado a los ‘algo peores’ y buscar un ‘bastante mejor’.

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