Fuente: Diario Gestión
- Hace 50 años, nos encontrábamos inmersos en la primera fase del gobierno militar de los años 70. El gobierno del general Juan Velasco Alvarado había implementado una serie de “reformas estructurales” que incrementaron significativamente el rol del Estado en la economía y debiltaron el rol del mercado y de la inversión privada. La estabilidad macroeconómica todavía no se había puesto en peligro, aunque pronto los crecientes desequilibrios fiscales nos conducirían al descalabro macroeconómico: inflación, creciente endeudamiento público y recurrentes crisis de balanza de pagos, con la consecuente reducción del crecimiento y del ingreso per cápita. Los 70 y los 80 fueron dos décadas perdidas para el Perú. Involucionamos como nunca antes.
- A pesar de que las políticas públicas de aquellos años habían auyentado a los inversionistas privados y de que el dinamismo de la economía dependía cada vez más del gasto y la inversión pública, pareciera que los peruanos no fuimos conscientes del camino sin salida que estábamos recorriendo y, si lo fuimos, no hicimos lo suficiente para redireccionar las políticas públicas y reenrumbar nuestra economía. Todavía faltaban 17 años –con un derrumbe del PBI similar al de la Gran Depresión y una hiperinflación de por medio– para dar el golpe de timón que nos sacó del marasmo en el que nos encontrábamos.
- La estabilización macroeconómica y la reforma económica de los 90 recrearon una economía de mercado y redujeron el rol del Estado en la economía. Los resultados económicos alcanzados hasta poco antes de la pandemia del COVID-19 fueron espectaculares. Sin embargo, no fuimos capaces de reformar nuestro Estado y ponerlo al servicio de la población (en vez de al servicio de los empleados públicos); nuestras instituciones se debilitaron y la corrupción se expandió. La crisis sanitaria exhibió nuestras debilidades. Más de 200,000 peruanos murieron, muchos de ellos por la ineficacia estatal.
- El dolor, el miedo y la frustración contribuyeron a que el populismo radical e incompetente llegase al poder en el año de nuestro bicentenario. Menos de un año y medio después, la incompetencia de los corruptos en el gobierno los llevó a perder el poder. Sin embargo, en ese corto tiempo causaron mucho daño. La fuerte caída en el producto potencial que trajo consigo –más importante que la recesión de corto plazo a la que se le está prestando tanta atención ahora– es consecuencia de haber perdido el rumbo nuevamente. ¿Qué hacer?
- Dentro de dos días, la presidente Dina Boluarte dirigirá un mensaje a la nación desde el congreso de la república. Debe aprovechar la oportunidad para trazar los lineamientos de un gobierno que tiene la oportunidad y el deber de reenrumbarnos. Es hora de promover la generación de riqueza por parte del sector privado y de reformar al Estado, para que este se dedique a hacer lo que debe hacer y deje de dilapidar nuestros recursos en lo que no debe hacer. Solo así reduciremos la pobreza de manera sostenida. ¡Tome el toro por las astas, señora presidente!
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