Fuente: Diario Gestión
- “Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde” es una refrán popular que todos hemos escuchado más de una vez. Los dichos y refranes destilan siglos de experiencia humana, sintetizan parte de la sabiduría acumulada y contribuyen a construir o, cuando menos, a difundir el denominado “sentido común”. Elaboraremos algunas ideas económicas en torno al refrán con que empezamos esta columna.
- Una variación del dicho en cuestión es la siguiente: uno no anhela lo que tiene; los anhelos reflejan, más bien, las carencias. Probablemente entre los anhelos más fuertes están aquellos que reflejan nuestras nuevas carencias: aquello importante que acabamos de perder. Los anhelos son sentimientos de deseo intenso de hechos concretos que se incorporan, en mayor o menor grado, en nuestra toma de decisiones y, por tanto, ayudan a explicar nuestro comportamiento.
- ¿Qué hemos perdido en los últimos años? ¿Cuáles son estas nuevas carencias que pueden estar definiendo los anhelos que de alguna manera marcarán nuestro comportamiento en el futuro cercano?
- Desde el año 2020, cuando fuimos azotados con la pandemia del COVID-19, millones de peruanos vieron disminuir drásticamente su bienestar material y enfrentaron mayor incertidumbre e inseguridad respecto a su futuro. En el 2021, en el medio de la frustración y la desesperanza, dimos un salto al vacío y elegimos a Pedro Castillo. Menos de un año y medio después, logramos salir de aquella pesadilla, pero hoy no solo estamos en el medio de una recesión, sino que día a día comprobamos las grandes carencias del gobierno y de nuestro aparato estatal.
- Entre las nuevas carencias cabe listar: (i) inseguridad económica generada por la contracción de la inversión privada y de la economía, (ii) creciente inseguridad ciudadana –parece que ni la presidenta ni su familia gozan de seguridad apropiada–, (iii) ausencia del principio de autoridad (mientras un cualquiera le enmienda la plana al premier, el prófugo sigue prófugo), entre muchas otras. Frente a esto, es razonable pensar que entre los anhelos de nuestra población estén: (i) la esperanza de una pronta mejora económica, (ii) acceder a servicios públicos de calidad (salud, educación y seguridad ciudadana), y (iii) contar con un gobierno sensato que imponga la ley y el orden.
- Al respecto, debo comentar que en mis clases sobre el rol económico del Estado en una maestría para abogados en la U. Continental, he notado un gran cambio. Mientras que en el 2021 y 2022, cuando analizábamos el capítulo económico de la Constitución, varias alumnas consideraban que la actividad empresarial del Estado no debía limitarse a un rol subsidiario, la semana pasada comprobé que nadie sugirió algo así, más bien las alumnas estaban preocupadas en cómo mejorar la carta magna para promover la inversión privada y limitar la actividad empresarial estatal al mínimo. Un ejemplo concreto y esperanzador de cómo las nuevas carencias generan anhelos que pueden contribuir al progreso del país.
- Una última reflexión: puede ser que nada haya contribuido más a destacar la relevancia del discurso liberal en el Perú que los desastrosos años de Pedro Castillo, ni a demostrar más la importancia de limitar la actividad empresarial del Estado que Petroperú.
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