El mercado eléctrico es un mercado sumamente regulado. No podría ser de otra manera: la transmisión de electricidad y la distribución del servicio son monopolios naturales y como tales, deben ser regulados. En el caso de la generación, aun cuando en teoría es una actividad competitiva, en la práctica todo está regulado: quién y cuándo genera energía, cómo se forman los precios, cuánto y cómo se puede contratar, bajo qué condiciones, etc. En el mercado de gas natural la cosa es aún peor. No solo el transporte de gas y la distribución son monopolios naturales sino que en la producción del gas natural hoy existe prácticamente un monopolio (Camisea), lo cual obliga a que también deba ser regulada. Pero las autoridades, lejos de poner reglas de juego estables para que los agentes participantes puedan llegar a resultados similares a los de un mercado competitivo, han optado por intervenir continuamente y a veces de manera errática en el mercado energético nacional (electricidad y ga...
Carlos E. Paredes PhD // Gestión