- La
segunda vuelta electoral está llegando a su fin. ¡Finalmente! A pesar de
los debates formales, los electores no tuvimos la oportunidad de
presenciar un real intercambio de ideas y menos una evaluación de
propuestas concretas. Más bien, tuvimos la ocasión de presenciar espectáculos
de catchascán casi tan buenos y “realistas” como aquellos que se
presentaban en el Coliseo Amauta en la década de los setenta.
- Tras
el “debate técnico” en Cusco el 15 de mayo, el domingo pasado vimos cómo
los dos candidatos entraron al ring en
Piura y cómo desde un comienzo cada uno trató de derribar a su oponente
con cuanta llave se le venía a la mente: “la doble Nelson”, “la bisagra”,
“el candado”, “el avión”... Me parecía estar reviviendo un programa de
“Los colosos del Catch” que se transmitía en aquella época. Ingenuamente
me había sentado frente a la TV con un cuaderno para tomar notas, pero ya
era tarde cuando me di cuenta que más bien debí haber llevado canchita. Las
exclamaciones aprobatorias y/o los abucheos de aquellos con quienes vi el
“debate” no hacían sino confirmarme la naturaleza del espectáculo.
- Y
reflexionando en torno a este nuevo proceso electoral, se me viene a la
mente el extraordinario ensayo de Mario Vargas Llosa “La civilización del
espectáculo”. Si no lo ha leído aún, no deje de hacerlo. A diferencia del
MVLL político, al MVLL intelectual es realmente un placer leerlo. Tal vez
la frustración que sienten algunos (yo incluido) al ver el espectáculo
frívolo y chabacano en que ha devenido la política refleja un prejuicio
elitista del observador o una actitud melancólica como la que parece
caracterizar a Vargas Llosa en su ensayo. Pero ¿qué melancolía podríamos
sentir si la política en nuestro país no ha sido mucho más alturada en el
pasado que la que nos ha tocado vivir en el presente?
- Dado
que en menos de dos semanas deberemos votar nuevamente, tal vez lo mejor sea
dejar el catchascán electoral de lado. Claramente, elegir entre Keiko y
PPK no es lo mismo que elegir entre Keiko y Verónika o entre PPK y
Verónika. Para muchos, Keiko y PPK se parecen mucho más entre sí que cualquiera
de ellos a Verónika. Y justamente por esto hay que pensar más el voto.
- Aunque
ambos candidatos favorecen las libertades políticas y económicas,
propugnan una economía de mercado y promueven la inversión privada; sus
propuestas económicas no son similares, como tampoco lo son sus
posibilidades de llevarlas a cabo. Alfredo Thorne fue claro en el Cusco: “se
trata de escoger entre dos modelos económicos muy distintos”. Thorne, un economista
con muy buenas credenciales, propone un cambio importante al modelo
vigente hace 25 años: reducir los impuestos y el rol del Estado,
empoderando al individuo. Elmer Cuba, el vocero económico de Keiko,
también con excelentes credenciales, se opone a la reducción de impuestos,
pues ve en ella un gran peligro a la estabilidad macroeconómica. Más bien,
propone revertir la reducción del impuesto a la renta del ministro Segura
y ejecutar un shock de inversión pública.
- La
propuesta económica de PPK es, sin duda, la más riesgosa por sus probables
consecuencias fiscales, pero es la más novedosa. La propuesta de Keiko es
la más prudente y, macroeconómicamente, no difiere mucho de lo que se ha
implementado en los últimos años. El problema para ambos programas es la
situación fiscal que encontrará el nuevo gobierno: complicada y en vías de
complicarse más. Y probablemente esta realidad macroeconómica termine
aplicándole la llave “doble Nelson” a cualquier propuesta fiscal muy
expansiva.
Memorándum Económico No. 2016-11
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