- ¿Qué
     puede pedirse a un nuevo gobierno en materia económica? En el campo
     macroeconómico sería importante que facilite un aumento de la inversión,
     sobre todo la privada; que, a pesar de los problemas económicos mundiales,
     el dinamismo económico de nuestro país siga liderando el crecimiento de
     América Latina; que la inflación se mantenga muy baja; y que en promedio
     el déficit fiscal sea menor que aquel necesario para asegurar la
     sostenibilidad fiscal.
 
- Sería
     indispensable que todos estos logros macroeconómicos vengan acompañados
     por mejoras en los salarios reales y una progresiva reducción de la
     pobreza. También sería importante que las calificadoras de riesgo otorguen
     mejoras en nuestros ratings. Por supuesto, deberíamos exigir del nuevo
     gobierno que éste mejore las políticas de educación y salud. No sé si
     pedir todo esto sea mucho. ¿Es ingenuo esperarlo de un nuevo gobierno? Pero,
     ¿no es acaso cierto que lograr todo esto resulta indispensable para
     continuar progresando de manera sostenida?
 
- Créalo
     usted o no, o mejor dicho, quiera usted creerlo o no, todos estos buenos
     deseos se alcanzaron durante el gobierno de Humala. Sin embargo, muchos
     renombrados profesionales y empresarios consideran que el gobierno de
     Humala ha sido un pésimo gobierno, "el peor de todos desde 1990"
     (supongo que no incluyeron al de 1985-90 para no quitarle dramatismo a su drástica
     aseveración...). 
 
- ¿Cómo
     explicar este divorcio entre los hechos y nuestra apreciación sobre los
     mismos? Un gran amigo mío, un declarado "Humala-hater" (un
     “odia-Humala”) me dio una pista para explicar esto en un reciente e-mail:
     "No necesito leer artículos anti Humala para detestarlo. Es un
     sentimiento más fuerte que yo y quizá la razón medular para despreciarlo
     no esté en el plano económico ni en el político, es más bien un tema ético:
     Humala mintió..." ¡Eso es! Este divorcio no surge del análisis de la
     realidad, sino se trata de un sentimiento, de una emoción. Y, desgraciadamente,
     en el terreno de las emociones la razón no juega mayor rol.
 
- Como
     se vio en el memorándum anterior, el gobierno de Humala también tuvo
     muchos problemas y deja una economía más débil de la que recibió, pero
     seamos claros: sus logros económicos se deben a que rápidamente dejó de
     lado ”La Gran Transformación”, a pesar de que con esto defraudó las
     expectativas de muchos de sus electores. Y probablemente también sea
     cierto que nunca podría haber satisfecho a sus detractores, los “Humala-haters”.
     El odio de éstos no surge de la razón, es básicamente una fuerza
     irracional. En principio, los gobernantes no deben prestar mucha atención
     a sus “detractores por principio”, pues no hay mucho que puedan hacer para
     ganarlos. 
 
- Y
     mirando al futuro, cabe preguntarse: Dado el poco margen de maniobra
     macroeconómico que hereda PPK, ¿podrá éste superar los logros económicos de
     su predecesor? Y, al igual que Humala, ¿no debería PPK dejar de lado
     algunas de sus propuestas electorales para poder ser exitoso en lo económico?
     En el campo de la relación con sus votantes, ¿defraudará el nuevo gobierno
     las expectativas de los “PPK-lovers”? Aquí es importante acordarse que
     muchos de los que votaron por PPK no son “PPK-lovers” sino “Keiko-haters”
     que pronto se convertirían en “PPK-haters”. ¿Le temblará la mano al nuevo
     presidente a la hora de defraudar supuestas expectativas de la izquierda
     radical? Y, más importante aún, ¿cómo hará su gobierno alcanzar los logros
     económicos que –tal vez irracionalmente– los “PPK-lovers” esperan? Sin
     duda, PPK deberá cuidar las emociones de su electorado pero, sobre todo, deberá
     cuidar la razón de sus políticas.
 

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