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Política económica: ¿oferta o demanda?

  1. El manejo de la política macroeconómica alrededor del mundo ha estado dominado por consideraciones de demanda. La atención ha estado centrada en el manejo de la política fiscal y monetaria y su interrelación con el gasto agregado. Típicamente, el manejo de los impuestos y el gasto público (política fiscal) así como del dinero, las tasas de interés o el tipo de cambio (política monetaria) ha estado guiado por tres objetivos: estabilizar el PBI alrededor de su nivel potencial, controlar la inflación, y asegurar que los déficits (fiscal y externo) sean financiables y sostenibles.


  1. Aquellos que comparten esta perspectiva, focalizan la atención sobre todo en el corto plazo, en el gasto agregado. Buscan influenciar el consumo y la inversión privada, y manejar el gasto público con el fin de que la demanda se expanda a la tasa de crecimiento potencial de la economía. Usualmente, el largo plazo entra a la discusión sólo en términos de sostenibilidad fiscal y de las cuentas externas, pero no hay mayor discusión sobre qué es lo que determina el crecimiento potencial de la economía.


  1. En contraposición, los economistas que ponen énfasis en las consideraciones de oferta dudan sobre la efectividad de las políticas de demanda. Muchos de estos prefieren las reglas y la predictibilidad antes que políticas discrecionales. Desconfían de la burocracia y temen que la discrecionalidad de los burócratas genere ruido y reduzca el crecimiento.  En vez de focalizarse en el gasto agregado, enfatizan la composición del gasto y cómo esta puede afectar el crecimiento de largo plazo. La atención se centra en el funcionamiento de los mercados y en la estructura de incentivos que determina el comportamiento de los individuos y de las empresas.


  1. Muchos de los “supply-siders” consideran que la intervención gubernamental puede trabar la iniciativa privada y que los impuestos desincentivan el trabajo, la acumulación de capital y el crecimiento. Tal vez, la caricaturización académica de esta posición es la denominada “curva de Laffer”. Según este economista, aumentar la tasa impositiva puede disminuir la actividad económica y terminar reduciendo la recaudación fiscal. A pesar de carecer de sustento empírico, esta proposición sirvió de caballito de batalla de los supply-siders en los EE. UU. bajo Reagan. Los resultados de la reducción de impuestos y el incremento en el gasto público de aquel periodo fueron desastrosos: el déficit fiscal se disparó y la deuda pública explosionó.


  1. No es sorprendente entonces que algunos economistas locales vean con preocupación la propuesta de reducir el IGV. Según sus propulsores, esta medida promovería de tal manera el crecimiento del sector formal que con ello se compensaría la reducción de la tasa y, al final, subiría la recaudación fiscal. Aunque esta proposición podría sonar Lafferiana, la verdad es que el gobierno ya anunció que revertirá la reducción del impuesto a la renta de Segura y la oposición ya anunció que no aprobará la reducción del IGV. ¡Entre reversión y oposición parece que las cuentas fiscales están a buen recaudo y que Laffer es solo un espectro del pasado!

  1. Pero lo importante no está en esto, la preocupación del gobierno por consideraciones de oferta es saludable. Sin duda, es necesario desregular y destrabar proyectos de inversión como se ha anunciado. Pero también es necesario flexibilizar el mercado de trabajo y mejorar la provisión de servicios públicos (¡reformar al Estado!). Si todo esto se lleva a cabo, la economía se dinamizará y lo hará de manera sostenible.

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