- Todavía es bastante común escuchar a muchos empresarios y líderes de opinión quejarse amargamente sobre la gestión del gobierno de Ollanta Humala. A pesar que la gestión macroeconómica del anterior gobierno fue razonable, la verdad es que la visión ambivalente que tuvo la pareja presidencial hacia el empresariado y los inversionistas privados fue dañina. Y fue perjudicial porque ésta permeó hacia la burocracia y a la gestión del día a día de nuestro sector público.
- Muchos funcionarios públicos tuvieron miedo a reunirse con representantes del sector privado por miedo a ser acusados de caer ante el lobbying. Y si reunirse con los privados era motivo de miedo, atender sus preocupaciones o, peor aun, hacer caso a sus propuestas, por más razonables que éstas fuesen, fue en muchos casos motivo de pánico. El resultado fue un innecesario grado de incomunicación y una creciente suspicacia, que afectó tanto a los burócratas como a los privados, en detrimento de las buenas políticas públicas.
- En el sector pesca la falta de comunicación y la suspicacia llegaron a niveles extremos y el deterioro de las políticas públicas inhibió el progreso (sobre todo en los primeros tres años). Nuestras dos principales pesquerías, las de anchoveta y pota, sufrieron los efectos de normas arbitrarias que se elaboraron sin el debido sustento científico y que se publicaron sin recibir la necesaria opinión de aquellos que iban a ser afectados por ellas. Estas normas fueron arbitrarias y no resisten un análisis serio, por eso tuvieron que ser aprobadas entre gallos y medianoche. No es sorprendente que terminasen alimentando la desconfianza y siendo contraproducentes.
- Este gobierno ha heredado un sector pesca que requiere de atención y decisión. Aunque la pesquería de anchoveta viene sufriendo varias temporadas anómalas que han debilitado a las empresas, especialmente las sobre endeudadas, lo central es seguir perfeccionando el marco regulatorio e institucional, para asegurar la sostenibilidad del recurso. En el caso de la pesca para consumo humano directo, en particular en lo referido a la pesca artesanal, los retos son enormes. La regulación es básicamente inefectiva, la supervisión se centra en unas pocas empresas formales cuando la informalidad crece día a día, amenazando la sostenibilidad de nuestros recursos y la seguridad de los pescadores artesanales. La acuicultura es otra área donde podemos avanzar mucho y donde debemos fomentar la inversión privada y la generación de empleo formal.
- Y frente a estos retos, las nuevas autoridades del sector están dando pasos en la dirección correcta. ¡Enhorabuena!. Una primera decisión que merece ser resaltada, es que el ministro y su equipo de pesquería y acuicultura se están tomándose el trabajo para visitar las diferentes caletas y desembarcaderos artesanales a lo largo de la costa. No me acuerdo de otro ministro que lo haya hecho de una manera sistemática al inicio de su gestión. Conocer de primera mano la realidad de los miles de pescadores artesanales, debería permitir diseñar políticas que fomenten la formalidad y la modernidad en este sector.
- La segunda decisión que debe resaltarse es la prepublicación de un decreto supremo que elimina los incentivos perversos existentes en la normativa vigente que fomentan el descarte de juveniles en el mar y atentan contra la sostenibilidad de la especie. Y, al margen de los méritos técnicos de la norma propuesta –que son muchos–, es importante resaltar el hecho que la norma se haya prepublicado. ¡No más normas que aparecen entre gallos y medianoche!
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