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Llegó la hora de ser expansivos

  1. El viernes pasado, Adamo y Maynardo, dos economistas que cada dos viernes conversan en Gestión, presentaron visiones enfrentadas sobre los efectos macro del Niño costero. Maynardo sostenía que la reconstrucción que vendrá tras la destrucción causada por la anomalía climática, será reactivadora. Adamo, menos optimista, nos indicaba que la destrucción no puede ser una fuente de dinamismo macroeconómico: “Si la destrucción fuera buena, entonces habría que demoler edificios, volar puentes y destruir caminos para hacer que crezca más rápido la economía. Absurdo.”

  1. Difícil es no estar de acuerdo con Adamo. Sin duda, la destrucción de infraestructura y sus efectos sobre la oferta reducirán el crecimiento económico en el corto plazo. El esfuerzo de reconstrucción y el consecuente impulso fiscal vendrá después; probablemente se sienta con fuerza en el 2018 y 2019. Y esto no refleja necesariamente falta de capacidad de reacción por parte del Estado (algo de la cual veremos en el 2017), simplemente muestra que gastar mucho y bien no es fácil. Gastar de manera responsable y reconstruir acertadamente toma tiempo.

  1. Pero acaso ¿es el sector público el único que gastará en la reconstrucción? ¿Qué hay del sector privado? El sector privado, tanto las empresas como las familias, también gastará en reconstruir y reparar los inmensos daños que ha sufrido, y de esta manera contribuirá a reactivar la ya alicaída demanda interna. ¿Será esto suficiente? Probablemente no. ¿Cómo va a financiar este esfuerzo el sector privado? ¿Los bancos comerciales estarán dispuestos a prestar más en las zonas donde sus créditos ya se han deteriorado? ¿Qué activos servirán de garantía? Muchos de ellos fueron destruidos. La situación es compleja y claramente se requiere de políticas públicas proactivas.

  1. Algunos líderes de opinión han sugerido que el gasto de reconstrucción, público y privado, será tan reactivador que sobrepasará el efecto negativo sobre la demanda que tendrá la destrucción, por lo que lo único que se necesita es gastar bien y rápido. Pero la verdad es que esto no es más que la expresión de buenos deseos y sería peligroso que los responsables de la política económica pensasen así. El gasto de reconstrucción no va a compensar el efecto negativo de la destrucción sobre la demanda. Las empresas y la gente cuyos activos han desaparecido no pueden empezar a gastar de la nada. Por otro lado, el Estado se va a demorar en gastar, pues debe gastar bien y no despilfarrar.

  1. Sin golpe de timón macroeconómico, la demanda interna caerá y probablemente el ingreso per cápita de los peruanos se contraerá. Pensar que el crecimiento se desacelerará en “un puntito” en el 2017 no es realista, es un pronóstico optimista que se alcanzará solo si la política macroeconómica se adapta rápidamente a este nuevo escenario. Hay que internalizar la magnitud del problema y utilizar todos los instrumentos de política para hacerle frente: ejecutar una política fiscal mucho más expansiva (incluyendo transferencias directas a los damnificados, quienes son los que mejor saben cómo aplicar estos recursos), transmitir con claridad la temporalidad del mayor déficit fiscal, y ser bastante más expansivo en materia monetaria (bajando ya las tasas de referencia y de encaje).


  1. En caso contrario, la demanda interna decrecerá, el desempleo aumentará y nos enfilaremos hacia  tiempos políticos muy turbulentos, que dificultarán la recuperación de la inversión y del crecimiento.

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