1. Hoy,
nuevamente, apenas tres meses después del primer intento de vacar a PPK, el
país entero se podría paralizar para seguir de cerca la sesión en el congreso
tras la renuncia presidencial precipitada por los “kenji videos”. Sin embargo,
me inclino a pensar que varios millones de peruanos se dedicarán a realizar sus
quehaceres diarios con toda normalidad y que se enterarán por la radio o por la
televisión, tal vez en la noche, de lo que sucedió en el congreso. Creo no
equivocarme al afirmar que a la mayoría de ciudadanos ya nos cansó todo esto.
Estamos hartos de las mentiras, de la corrupción y de los políticos.
2. Si esto es todo lo que nos tiene que mostrar la
democracia, muchos dudarán de que esta es, en efecto, el mejor sistema que
tenemos para gobernarnos a nosotros mismos. Nuestros políticos nos están
llevando al borde del abismo, a que en el 2021 –o antes– un electorado frustrado e indignado se incline por alguna
opción política radical. Aquellos candidatos nuevos o extremistas que ofrezcan
“reconstruir la nación a partir de las cenizas de los corruptos” o que,
con un poco de carisma y mucho de populismo, prometan “el gran cambio” (pues
“la gran transformación” ya está algo devaluada…), tendrán una gran
oportunidad, por el simple hecho de ser nuevos o por no haber accedido al poder
todavía, como pasó en Venezuela y en otros países.
3. Me
inclino a pensar que la renuncia en sí misma es poco importante; esto ya no
daba para más. Si el poder ejecutivo y el congreso no logran llegar a un
entendimiento mínimo en torno a una agenda de políticas públicas importantes
–seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción, reforma del servicio civil,
flexibilización del mercado de trabajo formal, incremento de impuestos para
reducir el abultado déficit fiscal y financiar un agresivo programa de
inversión pública, entre otras– resulta irrelevante quién ocupe el sillón
presidencial. Sin acuerdo de gobernabilidad, no podremos tener un buen gobierno
y continuaremos frustrándonos con lo que nos ofrece el sistema democrático.
4. ¿Qué
aprendemos de todo esto? Primero, para gobernar, el poder ejecutivo requiere alcanzar
acuerdos mínimos con las diferentes fuerzas políticas, de manera de lograr una
mayoría que le dé estabilidad al gobierno y al país. Segundo, para llevar
adelante una agenda de reformas, es necesario contar con el apoyo del congreso,
pues sin este, no es posible avanzar a la velocidad que se requiere. Tercero, la
soberbia y la sed de venganza son malas consejeras. Cuarto, si se tiene algunos
anticuchos guardados, hay que dejarlos en el congelador, no hay que airearlos
buscando ocupar un alto cargo público, pues al final salen al aire y casi
siempre huelen mal, muy mal. Quinto, siempre hay que tratar de actuar
correctamente, si no es por convicción y valores propios, debido a que lo
pueden estar grabando…
5. Sin duda,
PPK fracasó. Pero ¿quién ganó? ¿El fujimorismo? ¿Es que ha ganado algo Fuerza
Popular con su comportamiento durante el último año y medio? Tuvo el poder
absoluto en el Congreso, pero ¿qué reformas o leyes importantes promovió en estos
20 meses? Se bajó a varios ministros –incluyendo al actual vicepresidente–, a un
gabinete y, ahora, a PPK, pero ¿constituye algo de esto, “éxito”? No, el
fujimorismo no se ha beneficiado, más bien se ha desprestigiado. Pero, ahora,
tiene nuevamente la oportunidad de construir y ganar. Puede colaborar con el gobierno
que debería presidir Martín Vizcarra y trabajar de manera conjunta en las
reformas que el Perú necesita o, alternativamente, puede seguir haciendo más de
lo mismo.
6. Concluyo
señalando que a este periodo de enfrentamiento inútil y de pérdida de
oportunidades que hoy acaba, “no lo
vamos a extrañar…”
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