1. La semana pasada, el gobierno aprobó un aumento en las
tasas del impuesto selectivo al consumo (ISC) de los combustibles, vehículos
nuevos, bebidas azucaradas, bebidas alcohólicas y cigarrillos. El MEF justificó
esta medida señalando que el consumo de estos bienes genera externalidades negativas
al bienestar de las familias peruanas. Al encarecer estos productos con un
mayor ISC, se desincentivaría su consumo y, con ello, se reducirían estas externalidades.
2. Sin duda, esta explicación refleja una creativa –y aparentemente
exitosa– estrategia comunicacional para subir los tributos: “Te subimos los
impuestos porque nos preocupa tu salud”. Pero esta línea de razonamiento es solo
parcialmente correcta. En la medida que la demanda por estos bienes sea inelástica
(es decir, no sea muy sensible al precio), subir el ISC a los mismos no reducirá
su consumo de manera significativa. Para reducir el consumo de estos bienes se
requeriría su demanda fuese altamente elástica y que el aumento en el impuesto
fuese grande en relación al precio. Probablemente, estas condiciones solo se
cumplen en el caso de los vehículos.
3. El MEF estima que con esta medida, la recaudación
aumentaría en S/ 2,700 millones al año, lo cual contribuiría a reducir el
déficit fiscal. Cabe señalar que, de no tomarse medidas correctivas, el déficit
del sector público podría alcanzar los S/ 25,000 millones este año (3.5% del
PBI). El deterioro fiscal se ha pronunciado y resulta indispensable subir
algunos impuestos en el corto plazo para poder financiar el mayor esfuerzo de
inversión pública que se requiere. Algunos de nosotros ya habíamos sugerido
este rumbo de acción en el primer trimestre del año. Lo que ha hecho el
ministro Tuesta es actuar responsablemente y ha empezado a ponerle el cascabel
al gato fiscal.
4. Sin duda, era políticamente conveniente que el nuevo gobierno
hiciese el ajuste tributario al comienzo de su gestión. Debía y debe usar su
capital político mientras aún goza de él. Habiendo señalado esto, es importante
analizar si el ajuste al ISC a los combustibles ha alcanzado el nivel requerido.
Creo que el énfasis puesto en las externalidades negativas, además de la siempre
presente, pero absurda, preocupación por el efecto inflacionario de subir los
impuestos, llevó a que el incremento en el ISC a los combustibles resultase
insuficiente, sobre todo para el caso de los menos contaminantes. En efecto, mientras
que el ISC al galón de 84 octanos subió en 34 centavos (3% del precio al
consumidor), el aplicable al galón de 90 octanos lo hizo en 17 centavos, el de
95 octanos en 6 centavos (0.4% del precio al consumidor) y el de 97 octanos no
aumentó.
5. Mi impresión es que, en el caso del ISC a los
combustibles, el MEF se quedó corto. De hecho, solo el 22% del aumento en la
recaudación estimada provendría de los combustibles. Y el problema es que el desequilibrio
fiscal es grande y debe reducirse más rápidamente. La necesidad de avanzar con
la reconstrucción del norte y de dinamizar la inversión pública, no dejará otra
salida que recalibrar el ISC a los combustibles en un futuro cercano, además de
recurrir a otras medidas tributarias, como son subir el IGV, reducir las exoneraciones
y disminuir fuertemente los subsidios no focalizados.
6. El tener que subir impuestos nunca será bienvenido, pero
en la actual coyuntura no queda otra. Sin embargo, esto debe complementarse con
señales claras de que el gobierno usará mejor los mayores recursos que nos
extraerá y, sobre todo, con acciones que fortalezcan la confianza del sector
privado y promuevan efectivamente la inversión.
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