1.
En las últimas dos
semanas, probablemente muchos peruanos desarrollaron o afianzaron su rechazo a
la empresa privada y a la economía de mercado. Sin duda, las innumerables
noticias y declaraciones sobre el precio del balón de oxígeno, los precios de
los medicamentos, los supuestos cobros de las clínicas privadas por las pruebas
moleculares del COVID-19, contribuyeron a esta desazón con la iniciativa
privada. Hoy, gracias también a un periodismo que hace poca investigación, se
cuestiona el rol de la empresa privada en el sector salud y, peor aún, la
conveniencia del modelo de economía de mercado.
2.
Desgraciadamente,
muchas veces se opina y se escribe en base a información parcial y, peor aún,
parcializada. Si lo que se quiere es aportar –en contraposición a
figurar– resulta indispensable contar con información fidedigna antes de
abrir la boca o levantar la pluma. Por ejemplo, las noticias, opiniones y
proyectos legislativos respecto de los precios de medicamentos, probablemente
no partieron del monitoreo de los precios que se registran en el Observatorio
de Productos Farmacéuticos y seguramente no tomaron en cuenta qué había
sucedido con los precios internacionales de los insumos. Si los costos suben,
es natural que los precios suban.
3.
En el caso de las
clínicas privadas se partió de un informe de la Contraloría que no se tomó el
tiempo necesario para reunir información representativa y llegar a conclusiones
válidas antes de hacerlo público. Al final, se dio pie a que algunos piensen
que las clínicas privadas se habían comportado como “buitres”. En el caso del
oxígeno medicinal, aparentemente muchos ofertantes (de diverso tamaño y grado
de formalidad) han abusado de una situación extrema, ganándose el repudio de la
población. Tal vez no hicieron algo ilegal, pero sin duda atentaron contra
reglas no escritas de convivencia y contra el sentido común, que una vez más
demuestra ser poco común, tanto por el acto de abuso como por la reacción al
mismo.
4.
Ahora, si bien
defendemos la economía de mercado, no avalamos el capitalismo salvaje, el
mercantilismo, ni lo que muchos consideran especulación desmesurada. En
general, estamos en contra de aquellos actos que chocan con la solidaridad y el
balance social. Sin embargo, el afán de lucro no es algo malo, es la motivación
detrás de nuestro sistema económico. Es este afán el que ha permitido generar
mucha riqueza en los últimos 30 años y sacar a más de 10 millones de peruanos
de la pobreza. Es más, es lo que ha llevado a que, en el medio de la pandemia,
se hayan mantenido millones de puestos de empleo y la provisión de servicios;
no se debe satanizar.
5.
Sin embargo, los
abusos no deben tolerarse. Lo importante entonces, es distinguir entre abusos y
movimientos propios del mercado. Y para poder diferenciar, se necesita buena información.
El funcionamiento eficiente del mercado requiere que todos los actores tengan
acceso a información fidedigna. Aquí hay
mucho por hacer. En vez de levantar apresuradamente un dedo acusador, hay que
proveer de información de manera oportuna. ¿Por qué no se opta por publicar los
precios de las muestras o del oxígeno, todos los días y para todos los
proveedores? Un mercado más eficiente impondría mayor control y disciplina que
cualquier regulación.
6.
Pensar que los
controles de precios o las empresas públicas son la solución es simplemente
ignorar los enormes costos que estos ya generaron en nuestro país. El estado
actual de nuestros hospitales públicos es un botón de muestra. La prevalencia
del sentido común no se asegura con leyes que carecen del mismo.
No solo hace falta mayor información sino organismos reguladores con capacidad y voluntad de corregir "distorsiones" (en lugar de limitarse al Rubber Stamping). La participación del Estado como ofertante de bienes y/o servicios es una forma de "regular" precios dentro de los parámetros del Libre Mercado que por definición debería ser Libre para todos sin excluir al Estado por ser Estado. El rol del Eximbank en el mercado financiero USA es un buen ejemplo. Last but not least, esta pandemia ha hecho evidente que la salud pública requiere un rol más activo del Estado. El sistema canadiense sería un modelo interesante a replicar.
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