Fuente: Diario Gestión
1. En los últimos 50 años, hemos tenido por lo
menos cinco crisis económicas importantes: la del gobierno de Morales Bermúdez
en los años 77-78; la de Belaúnde en la primera mitad de los años 80, asociada
al Fenómeno del Niño y a la crisis de la deuda externa; la mega recesión con
hiperinflación del primer gobierno de Alan García (88-90); la recesión del 98
(explicada por el Fenómeno del Niño y las consecuencias financieras globales de
la moratoria rusa); y la crisis financiera internacional del 2008-09. Además,
la economía peruana se desaceleró de manera significativa a partir del 2014,
sin haber recuperado las altas tasas de crecimiento que registramos en los diez
años anteriores.
2. Ahora, el COVID-19 y las medidas tomadas para
combatirlo han generado la recesión más fuerte de la que tengamos cifras: una
posible caída de 15% en el PBI de este año –peor que aquella registrada en 1989
(-12.3%), cuando sufríamos de hiperinflación, terrorismo y aislamiento
financiero internacional. A pesar de su magnitud, la actual crisis no sería la
más grande en términos acumulados, pues en el periodo 1988-90, el PBI registró
una caída de -24.5%, y en el caso actual se espera un rebote en el 2021. Sin embargo, la incertidumbre actual es muy
grande; se agrava por el calendario político, así como por las acciones y
mensajes de políticos inexpertos e irresponsables.
3. Históricamente, nos hemos recuperado con
políticas macroeconómicas coherentes, con paciencia y/o con shocks externos
favorables. En efecto, con políticas macro adecuadas, la economía absorbe los
shocks, se ajusta y gradualmente empieza su recuperación. La economía mundial
también juega un papel importante: precios de exportaciones y flujos de
capital. La recuperación económica se facilita con un entorno político estable
que reduce la incertidumbre. La razón es simple: la recuperación usualmente la
lidera la inversión privada o un shock exportador.
4. Hoy, debido a la gran incertidumbre generada por
la crisis sanitaria y las inclinaciones populistas de nuestra clase política,
pensar que en los próximos 12 o 18 meses se producirá un incremento sustancial
en la inversión privada es poco realista. ¿Qué se puede hacer, entonces?
¿Inversión pública? Difícil, debido al miedo a tomar decisiones que impera en
el sector público y la escasez de proyectos que puedan ser ejecutados
rápidamente.
5. No obstante, para salir del foso, no nos queda
otra salida que aplicar las viejas recetas keynesianas. Hay que salir a ‘tapar
los huecos’ con inteligencia (no hay necesidad de ‘abrirlos’, la falta de
mantenimiento de la infraestructura ya se encargó de eso). El gobierno puede y
debe anunciar un ambicioso programa de reparación y mantenimiento de nuestra
depreciada infraestructura de servicios públicos básicos (salud, educación,
seguridad). Pero, no lo debe hacer vía el mecanismo tradicional de obras
públicas.
6. Recientemente, escuchamos al primer ministro británico,
Boris Johnson, con motivo de la firma del acuerdo gobierno a gobierno entre el
Perú y el Reino Unido para ejecutar la reconstrucción del norte. Han pasado más
de tres años desde el Niño Costero del 2017 y la reconstrucción, a pesar de no
contemplar obras complejas, tiene un atraso enorme. El sector público
sencillamente no puede solo. El decepcionante manejo de la pandemia,
caracterizado por un distanciamiento innecesario del sector privado, así lo
demuestra. Claramente, necesitamos usar arreglos institucionales innovadores
como, por ejemplo, el utilizado para los Juegos Panamericanos (también con la
ayuda del gobierno británico). Es hora de pedir ayuda, de convocar, en vez de
ahuyentar.
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