1.
El mar peruano es uno de los
más ricos y productivos del planeta. Desafortunadamente, no todos los actores
de la pesca han logrado capturar el valor de esta enorme riqueza y obtener los
beneficios asociados a su actividad. El sector presenta un contraste sumamente
marcado entre la actividad de mayor escala –moderna, rentable, sostenible y
supervisada– y la desatendida, pero económica y socialmente importante, pesca artesanal.
2.
El sector artesanal enfrenta
una serie de problemas conocidos desde hace mucho tiempo, como el alto grado de
informalidad de una flota cada vez más sobredimensionada y la falta de una
gobernanza adecuada. El marco actual genera incentivos perversos y lleva a que
cerca de 300 especies se exploten de manera desordenada por un número creciente
de pescadores artesanales, cada vez más pobres. Aunque también es cierto que
existen muchos “emprendedores” que se benefician con el actual desorden. Sin
duda, uno de los principales retos es reducir el actual esfuerzo pesquero a fin
de asegurar la sostenibilidad de los recursos e incrementar los ingresos de los
pescadores artesanales. Hay que ponerle fin a la paradoja de que el mar más
rico del planeta albergue a decenas de miles de pescadores pobres.
3.
El panorama de la pesca
refleja la falta de planificación y una gestión inadecuada, sin un norte claro
y compartido. Y no es tanto un tema presupuestal: el gasto público en la
función pesca más que se duplicó en los últimos 10 años. Necesitamos invertir
bien los recursos y ponernos de acuerdo en torno a una política pesquera y
acuícola nacional, que delinee un derrotero para las futuras administraciones. El
gobierno de transición tiene la oportunidad de iniciar y fomentar este proceso
de diálogo, concertación y planificación de la pesca y la acuicultura en el
Perú.
4.
El progreso sostenido solo
podrá alcanzarse con orden y formalidad, asegurando una extracción sostenible y
fortaleciendo la cadena de valor. Las decisiones no son fáciles, pero hay que
luchar contra el statu quo que nos
empobrece. Al respecto, uno de los legados de este gobierno puede ser dejar una
visión estratégica a largo plazo para la pesca y la acuicultura, y una hoja de
ruta para los próximos cinco años, construida de manera participativa.
5.
Para poner en perspectiva el
potencial de generación de valor, en un estudio reciente del BID[1], se
estimó que en el sector pesca artesanal se perdieron cerca de USD 400 millones
en el 2019 por no ejecutar políticas y acciones de gestión razonables. Esta
cifra –probablemente, muy conservadora–, debe ser vista con optimismo. Si bien hemos
distado mucho de hacer las cosas bien en el sector, este es un momento oportuno
para enfrentar los problemas que limitan la consolidación de Perú como la gran
potencia pesquera que alguna vez fue y que podría volver a ser.
6.
Para ser exitosos a largo
plazo, no solo necesitamos planificar, sino que se requiere diseñar e
implementar medidas específicas para mejorar la gestión de la información, la transparencia,
el fortalecimiento institucional y el ordenamiento pesquero a fin de consolidar
actividades sostenibles. Hagámoslo de manera participativa; aprovechemos el
contexto electoral para promover el debate y hallar consensos. Es una excelente
oportunidad. Al llegar al bicentenario, propongámonos transformar al sector
artesanal en una actividad económica más eficiente y sostenible, promover el
despegue acuícola y fomentar la diversificación de los recursos hidrobiológicos
que aprovechamos comercialmente. El reto es grande, pero los réditos de
asumirlo serán mucho mayores.
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